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ECONOMÍA

Las playas del río Magdalena, un espectáculo devastador

jueves, 21 de enero de 2016
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En Puerto Berrío, Puerto Nare y Puerto Triunfo el único afectado por la sequía ha sido el río. No hay desabastecimiento de agua. No hay ganado muerto. La producción de pescado disminuyó en un 90 por ciento. El turismo se reactivó. Las autoridades locales dicen que si la sequía sigue, el impacto en el campo será evidente. Hoy en estos tres municipios antioqueños se puede caminar el Magdalena sin mojarse los zapatos.

De puerto Berrío a Nare

El ambiente es de fiesta y en los bajos del puente Monumental que une a Antioquia con Santander, a la altura de Puerto Berrío, unas 500 personas —pueden ser más— convierten al entonces caudaloso río en una estera de gente que pasan la tarde de domingo en carpas improvisadas al lado de un sancocho. El Magdalena es ahora una cancha de fútbol, una cocina, una pileta.

Ahí, tomando el sol, está Paula Aguinaga, una lugareña que advierte que estas playas, las del Magdalena, son mejores que las de Santa Marta... y se ríe.

Las playas de las que habla  son cerca de 500 metros de arena y de piedras, es el lecho del río, por el que se puede caminar casi hasta la mitad del cauce, sin mojarse. Una hazaña. Paula cuenta que no recuerda —nadie recuerda— que el río se secara tanto. “Lo que nos ha permitido la sequía es que hemos vuelto al río. Mis vecinos y mi familia traemos una guitarra y cantamos y hoy hicimos sancocho, ¿quiere un poquito?” Pregunta la mujer mientras uno de sus vecinos muestra que el agua del río está “absolutamente limpia” y que se puede tomar, por lo que con un vaso se sirve un poco y toma. Él también ofrece.

Los pescadores, entretanto, se ocupan en otras cosas. Algunos montaron negocios en las playas del río y venden gaseosa y papitas y fritos y construyeron baños, y pusieron mesas, y ofrecen sombra y música y una pista de baile improvisada. Todo en un mismo lugar: entre la arena y las piedras del río. Los otros salen a pescar lo que queda, o como diría Paula, salen a ‘colar’ el Magdalena. Ellos mismos lo saben y advierten que están pescando animalitos que no miden si quiera 10 centímetros. Y otros pescadores, efectivamente toman tinto en el mercado de Puerto Berrío ya que hoy ni ayer ni antier salieron  de faena.

Entre las carretillas vacías de pescado está Carlos Medina, quien vende hace 20 años en el mercado de Berrío. Un mercado que hoy no huele a pescado, en el que nadie ofrece más por una tira de bocachicos, en el que nadie estruja, en el que nadie grita: “pescado, pescado, lleve el pescado”. No. Apenas una docena de carretillas ocupan media cuadra. “La sequía ha estado bastante pesada. No hay pescado. Es que las ciénagas necesitan de agua. Cuando había pescado yo llenaba toda esta carretilla,  con decirle que se me regaba el pescado, se me caía a la calle. Por eso, compré una nevera para poder almacenar, hoy no hay necesidad, lo poco que nos llega lo vendemos ahí mismo”, explica Carlos y advierte que las carretillas se extendían a lo largo de dos cuadras. Hoy no están. Sus dueños toman tinto.

Julián Arboleda Maya, secretario general y de gobierno de Puerto Berrío, dice que el impacto de El Niño, hasta el momento, no se ha sentido. “El más afectado ha sido el río que ha estado en sus niveles más bajos, pero afortunadamente todavía tenemos el bombeo normal del acueducto. Estamos abastecidos”.

Frente a los niveles del río, señala que sí es un factor preocupante por su impacto en la economía de la región. Explica que hoy en día el afluente está en 1,95 metros y hace un año, para esta época, estaba en 2,20 metros. El río normalmente cruza por Puerto Berrío a una altura de 3,50 metros. Ahí se mantiene. Cuando está en creciente alcanza los 5,10 y puede pasar a 5,47 y ahí se declara la alerta roja. La última vez que alcanzó esa altura fue hace cinco años con el fenómeno de La Niña.

“Aquí siempre hemos tenido sequías y siempre se han formado las playas en el río, pero las playas de hoy nunca se habían visto. Es un espectáculo. No hemos declarado la alerta roja porque tenemos agua. Todavía tenemos el control de la situación”, dice el funcionario.

De la reducción en la pesca, afirma que es lamentable. “El pescado que están sacando hoy es de tamaño muy pequeño y ahí lo que está pasando es que estamos atacando la reproducción de peces. El lado bueno de la sequía es que se reactivó el turismo, están viniendo personas de todo lado  a ver las playas nuestras. Para mí realmente eso es un espectáculo porque es debajo del puente Monumental en donde casi la mitad del río está convertido en playa”.

A una hora de ahí, aparece Miguel Antonio Díaz, un pescador del corregimiento La Pesca en Puerto Nare. Miguel es un pescador sin río. Al frente de su casa en donde lleva más de 40 años pescando, el río se secó. Literal: no hay río. Hoy existe un camino de piedra que desde hace un par de meses se puede transitar. Miguel tiene 47 años de los cuales 40 ha vivido en la ribera y ha pescado a un metro de la puerta de su casa. Hoy no. “El río todos los días amanecía más seco hasta que un día desapareció, hay que bajar unos 50 metros para poder encontrar el cauce, es una situación grave. Estoy viviendo de milagro, haciendo marañas para sobrevivir, hoy fuimos a pescar, por ejemplo, río arriba y no nos fue bien. La situación está fea. Pero ¿qué hacemos frente a esto? Seguir esperando a ver qué pasa, esperar que llueva y que el río vuelva”.

Miguel habla del río Nare, que desemboca en el Magdalena. El único ruido que hay viene de “la Isla del Sol”, un enorme estadero que tiene música a todo volumen. No hay gente para bailar. Don Aldemar Zuluaga, es su dueño y en el rostro se le ve la desolación. “Tengo este negocio hace catorce años y es la primera vez que me quedo sin río. El río pasaba a menos de 50 centímetros de los quioscos y hoy, mire, no está, para poder verlo hay que caminar unos 100 metros. Créame, mujer, todo esto era agua, agua, desde hace un mes no hay nada, solo piedras. Lo único bueno es que la poquita agua que está bajando es muy limpia”.  

El fondo de la sequía

Rodrigo Antonio Morales, presidente de la Federación Colombiana de Pescadores Artesanales y Ambientalistas, revela que el impacto de la sequía se ha visto reflejado en la disminución de la producción pesquera en un 90 %.

Indica que desde hace años vienen planteando el tema de la conservación de las ciénagas ya que para ellos, la sequía fue la punta del iceberg de una problemática ambiental de fondo que tiene que ver con el cuidado del río y de sus afluentes. “No es solo sequía, el tema es que no se han implementado las acciones de mitigación y conservación que se requerían. No hay acciones concretas”, señala.

Sin embargo, agrega que esta sequía para ellos es una de las más graves que han vivido y que una subienda medianamente buena no se ve desde hace cinco años. “La problemática radica en que todas las ciénagas tienen sus conectividades con el río Magdalena y están totalmente perdidas. Estoy hablando de ciénagas de 500 y 700 hectáreas que hoy están reducidas en un setenta por ciento. Le insisto, son muchos factores que nos han llevado a esta situación, no es solo la sequía”.

Morales sostiene que le propusieron al gobierno departamental realizar un foro para que las corporaciones autónomas unifiquen esfuerzos para una solución real en lo que tiene que ver con la conservación de la pesca y el cuidado del ambiente. “Sí hemos pensado en solicitar un subsidio para pasar estos días malos, pero la solución no es el subsidio, la solución es recuperar todo el sistema productivo que alimenta el río Magdalena como son las ciénagas y conservar su conectividad con el río”, puntualiza.

Desde el puente de la Paz, que une a Antioquia con Boyacá, en Puerto Triunfo, el espectáculo se repite y es devastador. Del potente río, de su corriente, de su furia, solo queda una lámina de agua que no arrastra y por la que también se puede pasar caminando. Aquí tampoco hay desabastecimiento del líquido vital, no hay animales muertos, hay cultivos de cacao afectados y hay docenas de turistas que también van en busca de las playas para hacer sancocho.

Magdalena Torres, funcionaria técnica de la Ugam-Umata de Puerto Triunfo, afirma que el fenómeno de El Niño se ha sentido en el sector pesquero y en la producción de cacao. “En la Hacienda Nápoles se tienen 80 hectáreas de cacao plantadas que ya están en plena producción, pero desde hace dos años estamos perdiendo un pico de cosecha que es el pico de octubre y la gente se está sosteniendo solamente con el pico de abril. Por eso consideramos que se ve muy afectada la producción de cacao al igual que los potreros y los pastos, pero tenemos buena reserva de acuíferos y de humedales que nos han permitido que el drama no sea mayor”. Destaca que el impacto positivo está en el incremento del turismo.

El río Magdalena, aquí en el Magdalena Medio antioqueño, es un zarpazo a la nostalgia. Un lamento. Una algarabía. El Magdalena es un pescador que toma tinto en las horas de faena.

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