Empresario, político, periodista y apasionado de los caballos

Desde 2004, Jorge Hernández venía siendo el ‘contertulio’ de los lectores de La República, el periódico que presidía. Así se titulaban las columnas que venía publicando cada jueves, y que hoy tras su fallecimiento sirven de retrato de su legado, en el que confluyen cinco facetas que perdurarán: el empresario, el político, el altruista, el visionario del periodismo y, ante todo, el paisa de pura raza, amante de los caballos y defensor del agro.

Había nacido el 26 de julio de 1939 en Medellín, y en 1957 se graduó del colegio San Ignacio. El olvido del campo, Twitter como medio de comunicación, los TLC, los diálogos de paz y muchos otros temas fueron analizados bajo su lente en los últimos años de vida de este ingeniero civil de la Facultad de Minas, especializado en Alta Gerencia de Harvard, con cursos de cooperativismo del Centro de Estudios Cooperativos y Laborales de Tel-Aviv.

Pero mucho antes, había dejado su firma en las juntas directivas de las Empresas Públicas de Medellín (1978-1986), la Fábrica de Licores (1974-1976), Colprensa (1981-1991) y la Asociación de Diarios Colombianos –Andiarios, por tres periodos. También fue miembro de la junta de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, y embajador plenipotenciario ante la ONU en 1984.

Además, fue dos veces Senador de la República, concejal de Medellín, y se desempeñó como Comisionado Nacional de Televisión. Antes de llegar a la presidencia ejecutiva del diario La República, fue gerente de El Colombiano por 26 años.

Lideró la modernización de LR, su cambio al formato tabloide, lo llevó a ser el primer periódico colombiano con ediciones grapadas. Además, respaldó la transformación de la tradicional sala de redacción a una red de contenidos interconectados, mediante la implementación del teletrabajo.

Su pasión por los caballos se desnudaba cuando emocionado empezaba a hablar de sus campeones: Héroe, Cabul y Lucas (trote y galope, trocha y galope). Su esfuerzo para que estos equinos sobresalieran en las pistas equinas nacionales lo enorgullecía, pues su filosofía de criar y preparar equinos propios en su criadero La Mía, ubicado en Antioquia, y no comprar como muchos criaderos lo hacen, marcaba según él, la diferencia.

Uno de sus últimos trabajos refleja cómo mantenía vigente el espíritu de apoyar causas sociales. Fue el libro Antioquia Vibra, cuya edición lideró para conmemorar el bicentenario de ese departamento. 
Encabezó el proyecto desde la Fundación Julio C. Hernández, en cuya presentación incluye una frase que también condensa el espíritu que lo movió en cada uno de los campos, resumido en forma clara y sencilla: “estamos plenamente convencidos de que si las personas están educadas, esto va a contribuir con el crecimiento y el progreso de Colombia”.