MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El empresario reconoció errores cuando participó en los diálogos de El Caguán. Reveló que tres expertos extranjeros asesoran la comisión del Gobierno.
Una de las personalidades que más consulta y en las que más confía el presidente Juan Manuel Santos es el empresario antioqueño Nicanor Restrepo Santamaría.
Después de dedicarse toda una vida al Grupo Empresarial Antioqueño, ahora goza de un merecido descanso. Sigue enfocado en la sociología y, de vez en cuando, recibe decenas de llamadas de empresarios y gobernantes que buscan, en sus palabras, sabios consejos para encarrilar el país hacia el progreso. Recientemente, el presidente Santos le pidió que ayudara en el proceso de paz. En entrevista con este diario reveló que con Santos tiene una entrañable amistad de años y que desde los tiempos de Samper ambos buscaban la paz en el grupo de “conspiretas”.
¿Qué relación tiene con el presidente Juan Manuel Santos?
“Somos amigos, políticamente yo no voté por él, voté por Mockus y afortunadamente perdimos, nos hubiera comido el oso. En todo caso con él tengo una buena relación personal hace muchos años. En la época de Ernesto Samper había un grupo al que llamaban ‘los conspiretas’, que eran unos personajes que estaban teóricamente conspirando: pero no era favoreciendo un golpe militar ni nada de eso. Era una conspiración democrática, pero al fin y al cabo una conspiración. Con un esquema romántico y simplista en determinado momento los paramilitares y las guerrillas harían un gran pacto de paz pero que obviamente estaría avalado por el Estado. Las fuerzas de policía y militares también respetarían ese gran pacto y habría desarme y todas esas cosas de finales de los conflictos. A cambio de eso se producía un relevo en el gobierno. O sea: entraría el vicepresidente, no recuerdo cuál, el gobierno continuaba el proceso democrático, se iba Samper y se convocaba a unas elecciones y una constituyente. Esas eran las bases de la conspiración, pero no había soldados para sacar al tipo, no había golpe militar, era un golpe democrático o una gran presión. Parte de esos ‘conspiretas’ eran Santos (Juan Manuel), Angelino (Garzón), Lucho Garzón, Álvaro Leyva; yo era parte de eso”.
¿Cuántas personas conformaban “los conspiretas”?
“Éramos como 10. Nunca pasé de unas reuniones que eran muy peculiares y graciosas, además debía saber todo mundo, empezando por Samper, que estábamos allá. Nos reuníamos en un restaurante en Bogotá muy peculiar: entrabas y tenía un primer piso común y corriente y con mesas normales. Tenía un sótano, parecía una caja fuerte, sin ventanas, sin luz; eso era horroroso, allá nos íbamos a sentar y a conspirar. Algo absurdo”.
¿Al ser tan cercano a Santos, ayudó para lograr este nuevo proceso de paz?
“Con Santos tengo más relaciones personales que políticas. Éramos muy amigos, él conmigo ha sido muy amplio, me cuenta cosas, me llama y me pregunta carajadas, hablamos con bastante frecuencia. En algún momento sí sabía lo que estaba ocurriendo pero no le preguntaba y él no me decía. Yo sabía que se estaban reuniendo en Cuba, sabía más o menos quiénes. En algún momento me dijo Santos que le colaborara y le dije que con el mayor gusto pero con tres condiciones: cero protagonismo, cero cosas de tiempo completo, si alguna cosa se consigue cuando uno se jubila es la libertad. Y por tercero, le dije medio folclóricamente: cualquier cosa que se pueda hacer pero no en condiciones de alto riesgo”.
¿Cree que la sociedad está preparada para el indulto a los guerrilleros?
“Debe haber un indulto con condiciones. A muchas personas que están involucradas, pero que no han tenido autoría intelectual de algunos actos violentos, posiblemente el proceso de indulto es mucho más simple. Quienes tengan responsabilidad intelectual en la dirección de ciertos actos que tienen que ver con crímenes atroces, el indulto per se 100 por ciento no es posible. La sociedad es más indulgente desde el punto de vista del perdón en el caso de los crímenes atroces cuando la justicia actúa. Puede que no sea la justicia con toda la intensidad, pero sí programas de recuperación que pasan por un periodo de privación de la libertad en condiciones a lo mejor más benevolentes”.
¿Será que esta vez sí podemos soñar con la paz?
“Soy moderadamente optimista porque se está realizando todo lo posible para no cometer los errores del pasado, parte de los cuales soy autor o hago parte de ellos. Primero esto se hizo por fuera, algo que antes era ni imaginable. Que se ha manejado con discreción durante tanto tiempo. Eso duró casi 18 meses caminando en silencio absoluto. Se vino a filtrar luego. Que la agenda tenga como propósito central acabar con el conflicto, eso es la primera vez que sucede. Que la agenda no suponga ninguna reforma al Estado: aquí no se va a cambiar el régimen de propiedad ni nada. Ellos deben de tener una salida ante sus bases, por las que han luchado toda una vida. La profundización en los temas rurales, profundizar en la ley de víctimas y restitución de tierras”.
¿Qué errores se cometieron en El Caguán?
“Les voy a comentar una anécdota para no repetirla nunca: yo iba para El Caguán, estaba en Providencia, eso empezaba el 6 de enero de 1999 y pasé el año nuevo allá con la familia. El 2 de enero venía para Medellín y luego para el Caguán. Cuando salía de allá me dice mi mujer ‘te veo muy tensionado’. ‘Pero es que estoy muy cabreado, no por encontrarme con esos tipos, lo que me da temor de verdad es que no sabemos qué vamos a hacer allá, no tengo ni idea’. Pero ella me dijo ‘tranquilo, debe haber unos asesores, los tipos más competentes del mundo’ y hasta el día de hoy no vi ninguno”.
Para que no se repitan estos errores, ¿el Gobierno ha consultado otros asesores?
“En estos procesos están consiguiendo no solo experiencia local sino de afuera muy grande. Entre los tipos de afuera está Shlomo Ben Ami, que como canciller de Israel, le tocó la toma de la iglesia de Belén que queda en Palestina. En esa iglesia había unos 500 católicos. Llegaron palestinos armados y los secuestraron. Como canciller le tocó negociar con los palestinos la liberación. Al Estado israelí le tocó soltar 1.200 prisioneros palestinos para que salieran los 500 (secuestrados). Él es uno de los consejeros. Hay otro consejero, Jonh Rots, que fue el responsable en el Reino Unido de todo el tema del pacto con IRA. Un tipo más veterano, muy zorro y otro hábil, es el embajador americano Michael McKinley, que le ha tocado todos los bollos en Sudán. El gobierno americano está perfectamente de acuerdo con lo que realiza el gobierno colombiano. Como el presidente tenía la idea de poner un plazo de seis meses a las negociaciones, el inglés, el Rots, le dijo al presidente: ‘no se le ocurra, nosotros tuvimos ese error con el IRA, usted no se imagina qué es un plazo en una negociación. Eso es como un semáforo en rojo titilando, que faltan pocos días, algo que se vuelve totalmente obsesivo. Eso debe ser rápido, rapidito, pero no le ponga fecha y recuérdelo’.
Otra cosa que me hace ser optimista (con el proceso) es la integración de las comisiones: del lado de acá hay una escogencia muy inteligente, pero del lado de allá me llama más la atención. Si uno se pone a ver cómo integraron la comisión, ¿qué ha ganado ‘Timochenko’ y compañía por ejemplo?, que ‘Iván Márquez’ vaya. Ese ‘Pascuas’ es un símbolo militar duro, que hayan logrado integrar esa comisión me llama mucho la atención”.
¿Ve a los jefes de las Farc en el Congreso?
“Yo sí los veo, pero no sé a quién ver allí. Seguramente, ellos van a tener unos problemas de seguridad que tendrán que negociar. Recuerde que a la UP la exterminaron y pues ‘Iván Márquez’ estuvo en el Congreso. Yo sí los veo, no ve a Petro de alcalde de Bogotá”.