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El presidente Juan Manuel Santos esperaba salir en hombros de la Cumbre de las Américas. Quería consolidarse como un líder regional y como el primero en lograr que un encuentro de esta naturaleza alcanzara acuerdos concretos con planes a corto plazo y tareas claras.
Pretendía acercar las posiciones lejanas en el continente en temas de vieja data como el embargo y la exclusión de Cuba y de alta polémica como la lucha contra las drogas.
Sin embargo, desde que los presidentes empezaron a aterrizar en Cartagena de Indias, se sentía en el aire que el consenso estaba lejos. Cada uno de los mandatarios traía su agenda propia y posiciones que desde el inicio establecieron como inamovibles.
Mientras Cristina Fernández quería hablar de Malvinas, Evo Morales insistía con la hoja de coca, Felipe Calderón criticaba el proteccionismo y Barack Obama hablaba de la necesidad de crear empleos, pero los temas ´pesados´ seguían sobre la mesa sin avances.
La VI Cumbre de las Américas cerró ayer como todas sus antecesoras, con declaraciones sin fondo y compromisos etéreos que, tristemente, todos saben que están lejos de cumplirse para una región que aún está en crecimiento y cuyas políticas no comparten las mismas prioridades.
La agenda oficial (que no incluye ni Cuba, ni Malvinas, ni drogas) contemplaba temas ambiciosos para los que realmente no es necesario consenso. ¿Qué país no va a querer erradicar la pobreza, estar preparado para los desastres naturales o mejorar la conectividad con sus vecinos de la región?
Estos son temas "comodín" para poder afirmar que la Cumbre fue todo un éxito, cuando realmente no logra resultados concretos.
Sin embargo, cabe reconocer que en Cartagena el gobierno colombiano logró algo pocas veces visto: se salió de la sombra de Estados Unidos y empezó a pensar por sí mismo y para la región.
El presidente Santos tocó temas incómodos para su homólogo Barack Obama y no vaciló en mantener su posición a lo largo de la Cumbre en calificar como un absurdo el embargo a Cuba. Además, pidió incansablemente que se revalúe la lucha contra las drogas, que lleva años pedaleando en una bicicleta estática que no avanza.
Si bien se logró poco progreso en estos temas, el presidente norteamericano se va con la idea en la cabeza de que si no empieza a mirar hacia el sur y a cambiar ideas que globalmente han perdido vigencia, puede perder poder y socios claves. Temas que seguramente resonarán más una vez deje de ser candidato para la presidencia y logre actuar sin tener que cuidarse tanto de las apariencias.
Tal vez, en ese entonces, Obama sí pueda vestir la guayabera que con tanto cariño el gobierno colombiano le tenía preparada.