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El gran reto del comercio

sábado, 22 de febrero de 2014
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Javier Díaz Fajardo

La corrección observada en la tasa de cambio durante las últimas semanas, ha inducido a algunos a pensar que el país puede experimentar, en los próximos días, un rápido crecimiento de sus exportaciones, en especial de aquellas diferentes a las minero energéticas.

Sin embargo, ello no necesariamente es así. Contar con una tasa de cambio adecuada, es indispensable, pero no suficiente para lograr desatar un crecimiento dinámico de las exportaciones. Es preciso acompañar esa tasa de cambio con otras variables que permitan que los productos y servicios sean competitivos a nivel internacional.

En el caso de nuestro país, por ejemplo, la internacionalización de la economía, a través de los acuerdos de libre comercio, ha obligado a los productores a ajustar los precios de los bienes nivelándolos con los observados en los mercados internacionales. Dicho proceso, sin embargo, no ha operado de manera similar en el caso de los costos.

La economía colombiana, por tanto, tiene precios internacionales y costos domésticos. Los ejemplos que ilustran esta situación son diversos, algunos de ellos son: el costo de la energía. A pesar de los avances para disminuir el precio interno, los empresarios colombianos deben asumir un costo de energía superior al de sus competidores en los Estados Unidos o en buena parte de los países de la región.

Algo similar ocurre con los fletes de transporte o en general con los costos logísticos. El atraso acumulado en el desarrollo de la infraestructura vial y la obsolescencia del sistema de transporte nos castiga con las tarifas más elevadas en la región. Pero los extra costos aparecen también en los procesos de inspección, al carecer de escáneres que permitirían inspecciones no intrusivas, se deben asumir extra costos que pueden variar entre US$200 y US$400 por contenedor, situación que no tienen la mayoría de nuestros competidores. Lo más grave de esto, es que las inspecciones físicas, en muchos casos, implican daños a los productos o a sus empaques, lo cual resulta incomprensible para el comprador en el exterior.

No menos importantes resultan, en lo estructura de costos doméstica, los dispendiosos y en muchos casos injustificados trámites para ingresar o sacar un producto del territorio aduanero nacional. Para ilustrar esta situación mencionemos tan solo un ejemplo, efectuar un trámite aduanero a través del sistema informático de la Dian puede tomar tan solo 20 minutos, pero si el sistema no funciona esta operación se puede convertir en un proceso que bien puede tomar ocho días. La mala noticia para la competitividad del país es que el sistema informático de la Dian recurrentemente está fuera de servicio.

Se podría seguir en la enumeración de los extra costos que un usuario del comercio exterior colombiano debe enfrentar cuando intenta exportar un producto o, también, cuando debe importar una materia prima o un producto intermedio necesario para desarrollar un proceso productivo.

El listado podría ser inagotable, sin embargo, lo importante es definir qué se debe hacer para eliminar estos extra costos. Al respecto, es preciso definir una política productiva que atienda a las oportunidades y riesgos que ofrece una economía cada vez más abierta a la competencia internacional. Los acuerdos de libre comercio que a la fecha ha suscrito el país definen, en buena medida, donde están las apuestas ganadoras. El país debe entender que en una economía abierta es imposible pretender producir eficiente y competitivamente todos los productos.

Esta política productiva tiene que trabajar unos ejes transversales que permitan eliminar extra costos y tiempos muertos y logre acercar nuestros costos de producción al promedio de los que registran nuestros principales competidores.

De igual manera el país debe recobrar el control de la totalidad de las operaciones de comercio exterior, a través de una normativa aduanera moderna que, funcionando a través de una plataforma electrónica, permita ejercer el control eficiente de las operaciones pero que al mismo tiempo cuente con mecanismos de facilitación del comercio, lo cual es posible si se administra un buen sistema de gestión del riesgo.

La base de esta política productiva debe descansar en la educación. Un sistema educativo de calidad es pre requisito fundamental para un buen sistema de investigación e innovación, que hasta ahora ha brillado por su ausencia, con todo lo que ello implica para la competitividad del país.

La adopción de una política integral en el campo productivo, con metas específicas y revisión periódica de sus avances y retrocesos es el único camino para lograr que Colombia realmente se convierta en un actor dinámico en los mercados internacionales.

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