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El gran desafío del sector externo

domingo, 1 de febrero de 2015
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Carlos Ronderos

 Al mal desempeño, se suma la caída del precio de petróleo y de otros minero energéticos para 2015. A noviembre de 2014 las exportaciones de petróleo sumaban algo más de UD$24.000 millones, y según el gremio del petróleo el precio promedio del barril fue de US$100. Lo anterior significa que con un precio promedio para este año esperado cercano a los US$50 por barril el país va a dejar de recibir US$12.000 millones. Si a esta cifra se suma la caída del año anterior y el efecto que tiene sobre las exportaciones la caída del precio del carbón y otros productos mineros, se podría estar hablando de la necesidad de reemplazar en el corto plazo algo así como US$20.000 millones, lo que constituye una tarea nada fácil. Cuando se estudian los primeros 35 rubros en valor de las exportaciones, que son aquellas que superan los US$100 millones se encuentra que en su gran mayoría son commodities sujetos a volatilidad de precios y  representan 83% de las exportaciones. Los restantes 52 productos serían los llamados a cubrir el faltante.

Otro camino es el ingreso de nuevos productos a la canasta exportadora, o tal vez la fórmula sea una combinación de las anteriores. En esta canasta estarían las ventas agrícolas nuevas que Colombia pueda asegurar una vez supera las barreras fitosanitarias, pero la experiencia de Chile y Perú nos demuestra que siendo muy exitosos, ello podría en el mejor de los casos contribuir con US$2.000 millones en los próximos cinco años.

Desde luego es más fácil decirlo que hacerlo, más cuando no ha sido posible que esas exportaciones despeguen con las ventajas que ya ofrecen varios TLC que están vigentes con grandes compradores como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

¿Qué hacer? Lo que muestran las cifras del comercio mundial es que el comercio que más crece es el intra- industria resultado de encadenamientos de nivel global. Estos, bajo las figura de “maquila” fue lo que le permitió a México triplicar sus exportaciones en los años que siguieron a la firma de su TLC con Norte América. La nueva realidad de “Made in the World” que promueve la OMC y que está obligando a redefinir el sistema contable del comercio, es el marco en el cual Colombia debe orientar su política de promoción de exportaciones y su inserción al mercado global.

Pero esta estrategia requiere un cambio de mentalidad en las entidades promotoras de comercio y la política comercial del país. En primer lugar debemos apuntarle a productos intermedios o procesos de ensamble. Es necesario tener claro que para poder exportar en este esquema es necesario importar; importar insumos a los cuales se les añade valor y luego se exportan. La política del gobierno de gravar con un arancel específico a los textiles obviamente no entiende este concepto sino que lo limita, pues impide que la industria colombiana, añada valor a insumos importados. Otro concepto que debemos tener en mente es que en este esquema los países no exportan productos sino “valor agregado”, y puede ir desde la venta de mano de obra barata en una maquila textil, hasta conocimiento y tecnología en operaciones más sofisticadas. En este contexto debemos buscar posicionarnos en las industrias, que seamos capaces de agregar mayor cantidad de valor y para ello los recursos más importantes son las competencias profesionales y los productos de investigación y desarrollo. Es necesario incorporar estos frentes a una estrategia exportadora. En tercer lugar, las llamadas a esta revolución son las Pyme que en la actualidad son exitosas en su modelo de negocio. 

La reorientación de Bancóldex hacía un banco de fomento y las políticas que se propone bajo este rumbo como la promoción de parques industriales van en la dirección correcta. Los incentivos a la transferencia de tecnología y la apropiación de ésta van de la mano de una promoción de la Inversión Extranjera Directa condicionada o seleccionada. 

En lo que sí no podemos confiarnos es en la coyuntura de la tasa de cambio, porque si bien esta mejora los ingresos en pesos de los exportadores, no garantiza sostenibilidad, como ya lo demostró las épocas del peso revaluado. 

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