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El éxito de las asambleas es extensión del trabajo de las juntas directivas

miércoles, 20 de febrero de 2013
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Rogelio Vélez

Los primeros meses del año deben ser lo más activos para las juntas directivas.

Es la oportunidad para hacer balances, proyectar el futuro y, sobre todo, mostrar una buena imagen de la empresa frente a los inversionistas. De ahí el papel fundamental que deben cobrar los miembros de la alta gerencia en esta temporada de asambleas generales.

No está de más repetir que las juntas directivas que se comportan como un grupo aislado, y hasta desconectado de lo que pasa en la empresa, son cuestión del pasado. Las juntas no están ahí solo para cumplir un requisito de ley: deben ser la bisagra que sostiene el crecimiento de la empresa, y la guía que marca su camino para el futuro.

Una junta directiva, según algunos conceptos, es un órgano encargado de dirigir y trazar la política corporativa alrededor de los intereses de la compañía y de sus grupos objetivo para asegurar el patrimonio, el crecimiento y la sostenibilidad de la firma.

Las reuniones anuales de accionistas son el momento preciso para evidenciar todo el trabajo que han hecho los directores. Es clave evitar que estas se conviertan en una simple presentación de informes de gestión por parte de la gerencia, en los que la junta termina siendo un adorno más para exhibir a los asistentes.

Pero para lograr esto, los miembros deben saber cuál ha sido el proceso que ha tenido la compañía en el curso del año que se está evaluando. De poco servirá pedir los informes de resultados unas semanas antes de la asamblea para conocer el estado de las finanzas de la firma.

Esta es una buena oportunidad para que los miembros independientes de las juntas se den a conocer por su iniciativa.

La ley exige una participación mínima de los directores independientes dentro de las juntas, en especial, si cotizan en bolsa. Estos más que los demás, tienen la obligación de cuestionar los planes de los dueños de las empresas y presentar opciones distintas a los inversionistas.

Según los expertos, en la medida en que hayan directores independientes capaces de contrastar y de profundizar en las propuestas de la gerencia, sin estar comprometidas, puede haber un debate más profundo y más posibilidades de estrategias ganadoras.

Ahora bien, no hay porque irse a los extremos. Si hay alguna discrepancia entre los directores y la gerencia, la asamblea no es el momento adecuado para evidenciar las fisuras. Una alta gerencia fragmentada puede ser una mala señal para los inversionistas, y no augurará un buen futuro en el crecimiento. De ahí que cualquier discrepancia en las estrategias deba ser conciliada con tiempo.

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