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Analistas 22/11/2022

Autoridad vergonzante

Vicente Echandía
Diplomático
Analista LR

Estamos de vuelta en los noventa. No lo digo por el intento de resurrección de políticas fracasadas en los que se están montando varios gobiernos de la región, incluido el nuestro. Me refiero al llamado que de manera incipiente pero cada vez más numerosa se escucha de diferentes orillas sobre la conveniencia de instalar un régimen fuerte. En aquella época el clamor era por Fujimori. Hoy el personaje es Nayib Bukele.

No tengo nada en contra del actual Presidente de El Salvador. Sin conocer a profundidad sus políticas, entiendo que ha tenido éxito en programas como la disminución de los homicidios, pero intuyo que su decisión de ser el primer país en adoptar las criptomonedas como moneda de curso legal está fracasando. Es natural, a pesar de esas voces que piden a gritos un salvador, aquí solo tenemos humanos que en unas se equivocan y en otras aciertan.

Mano dura no es lo que necesita ni este ni ningún otro país de la región. Lo que necesitamos es la aplicación seria, consistente y uniforme del principio de autoridad legítima que le corresponde a un Estado moderno de derecho. Desafortunadamente, sucesivos gobiernos han sido vergonzantes con el ejercicio de la autoridad, atrapados en esa confusión con el autoritarismo que tanto han promovido desde la izquierda y el progresismo.

No deja de ser un contrasentido que quienes piden una mayor intervención del Estado en la salud, la educación, la distribución del ingreso y hasta la economía, busquen que en materia de seguridad el Estado reduzca su responsabilidad. Al mismo tiempo, hoy día son los regímenes de izquierda los que han encontrado en ese autoritarismo que tanto se critica, un salvavidas para mantenerse en el poder en Cuba, Venezuela o Nicaragua.

Algo conozco de las fuerzas militares y la policía y sé del esfuerzo que han hecho para ser más profesionales y respetar cada vez más los derechos humanos. Sé de los programas de cooperación que en esta materia han apoyado los Estados Unidos, España, el Reino Unido y varios otros países a lo largo de los últimos veinte años y el trabajo que se ha hecho al interior de la fuerza pública para integrar esos componentes en su diario actuar.

Hemos progresado mucho. Las reglas de enfrentamiento, los asesores jurídicos operacionales, las pistas de Derecho Internacional Humanitario y otros, son el resultado de años de esfuerzo y han tenido un impacto importante. También es cierto que se han presentado abusos y que es necesario continuar mejorando lo que se viene haciendo. Frente a los excesos el castigo de la justicia y la mejora de las instituciones deben ser claras y contundentes. Pero esos actos individuales no deben ser la justificación para debilitar aún más el respeto de los ciudadanos por la autoridad y la manera en la que la fuerza pública la ejerce.

Como ocurre muchas veces, preferimos comenzar de ceros sin entrar a revisar lo que ha fallado para mejorarlo. Nuestro problema no es por el abuso de la autoridad. Es porque la autoridad es y continúa siendo débil. Aquí no necesitamos a un Bukele. Aquí necesitamos la cordura para entender que lo que denominamos Estado tiene unas mínimas condiciones que debemos cumplir entre todos y en las que hasta el momento seguimos fallando. Una cosa es ejercer la autoridad legítima y otra abusar de esa autoridad y ser autoritario.

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