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Analistas 17/01/2025

El poder de uno, del interés compuesto…

Ugo Posada
Analista

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”, Charles Dickens, ‘Historia de dos ciudades’.

Hace unos días le contaba a mi hijo pequeño, provocado por la lectura del maravilloso libro Darién del talentoso fotógrafo Federico Ríos Escobar, sobre la migración venezolana. Le narraba la historia de un país rico en recursos, de gente alegre, con maravillas naturales como el Archipiélago de los Roques, el Salto del Ángel y el monte Roraima, de sus deliciosas arepas y su ya olvidada prosperidad. Él me preguntó con genuina curiosidad: ¿Qué había pasado? ¿Adónde había ido a parar la riqueza? ¿Acaso se la habían robado?

Traté de explicarle de la forma más desapasionada como un régimen liderado por una persona hace unos 25 años, fundado bajo un principio loable de búsqueda prosperidad para sus habitantes, había sido guiado y ejecutado por malas personas: inescrupulosas, mentirosas y ladronas. Y como, a medida que pasaba el tiempo, las acciones, al principio de algunos pocos, se volvieron de muchos, se perdió el norte, se desdibujó el deber ser, y el país se sumió en la miseria. Una idea, liderada por Chávez, llevada a cabo por sus aliados año tras año, contada una y otra vez como una fábula de progreso para la gente. El poder de uno, del interés compuesto, y de las historias que nos cuentan, contamos y nos creemos.

Me llama la atención que muchos de los grandes cambios de la humanidad, tanto buenos como malos, nacen de la voluntad y la iniciativa individual. El apartheid, derrumbado por un paciente y perseverante Mandela. El movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, destrabado por la voluntad férrea de MLK. La Unión Europea, soñada por Jean Monet como mecanismo para evitar la tercera guerra mundial. El internet concebido como la herramienta para conectar a la humanidad gracias a Berners-Lee. El doloroso genocidio de Hitler. La ingenua idealización del comunismo de Marx, la cruel opresión de Stalin, y la destructiva implementación de Chávez. Me cuestiono sobre cuál es el rol del individuo en la tierra; somos una gota de agua en el océano, y sin embargo, aunque minúsculos, no somos insignificantes. Podemos embellecer o ensuciar el agua que nos rodea. Tenemos capacidad de transformar nuestro entorno, y al tomar conciencia de nuestro poder, el poder de uno, podemos sembrar cambio.

Esta iniciativa, que es individual, se construye sobre milenios de conocimiento y tradición humana. Muchas veces observo un plato de comida y me imagino como empezó todo, que pariente lejano decidió que la carne sabía mejor cocinada bajo la brasa, que el pescado en lajas se podría preparar con limón, o que el trigo era mejor molido y horneado que comido como grano crudo. Pienso en cómo podemos ver videos en nuestro teléfono mientras cruzamos el océano gracias a miles de años de avance en matemáticas y física. Gracias Tales de Mileto, Pitágoras, Al-Juarismi, Fermat, Descartes, Pascal, Leibniz. La capacidad humana de construir sobre las ideas de los demás nos permite avanzar como especie, no tenemos que empezar cada generación desde cero. Por fortuna no tengo que pensar en cómo prender fuego o en salir a cazar bisontes para alimentar a mi familia, hemos desarrollado sistemas que nos permiten vivir de manera más cómoda, y usar menos horas del día a subsistir (debo reconocer que todavía un grupo enorme de la humanidad si tiene que hacerlo), y más a pensar y construir. Este poder nos ha permitido dominar la Tierra, nuestra casa, y al tomar conciencia de esta capacidad, me reto a pensar como mi iniciativa individual puede tener impacto positivo sobre la humanidad. Como puedo cerrar brechas en pobreza, en educación, en acceso a salud, o, en un escenario más acotado, a ser mejor ciudadano, esposo, papa, hijo, hermano, amigo. Miles de años de trabajo colectivo como humanos me dan una plataforma para que mis ideas y mis anhelos puedan tener más eco. La historia que me contaba mi mama cuando niño sobre el inventor que le dijo al rey Sheram que lo único que quería como recompensa a su invención era empezar con un grano en un tablero de ajedrez, y que se multiplicara por dos por cada celda en el tablero, y terminó quebrando al reino al llegar a la celda 64 con alrededor de 18 Trillones de granos, me enseño el poder del interés compuesto. Como una idea, multiplicada en el tiempo, compartida con personas, magnificada por el conocimiento colectivo, puede cambiar el mundo. El poder de uno, potenciado por el interés compuesto.

Hace poco leía a Malcolm Gladwell, a mi parecer, uno de los mejores contadores de historias de nuestra generación, sobre como los humanos somos susceptibles a las historias que nos cuentan. Como un cuento empezado por uno, compartido por muchos, se vuelve verdad. Me impactó. Me puso a pensar como colombianos roban a colombianos bajo una bandera de progreso social. Como un régimen ilegítimo se mantiene en el poder bajo una excusa de revolución para el pueblo. Como se ganan las elecciones dividiendo con temor, en lugar de uniendo con esperanza. Oía a Javier Milei expresando como no solo se debe ganar la batalla de la prosperidad, sino también la cultural, la de convencer a la gente de que está bien crecer económicamente, progresar como nación e incentivar la iniciativa privada. Contar un cuento que una, y no uno que divida. Uno en pro de la creación de riqueza, no en contra. Uno de acción colectiva, y no de destrucción de lo que hemos construido como comunidad a través de nuestra historia. Como no dejar que las buenas historias de lo que hemos hecho bien como Colombia se pierda en el discurso de odio, segregación y polarización. Es nuestra responsabilidad, como ciudadanos, contar lo que está bien, no olvidar lo que la gente buena ha hecho por este país, no dejar que se apague la llama de la esperanza de que podemos construir un país mejor. Es nuestra casa, pongamos buena música, llenémosla de flores, mantengámosla limpia, invitemos a nuestros amigos, celebremos estar vivos, y hagamos que esto se replique en cada hogar.

Empecé con una frase de Dickens y quiero volver a ella para cerrar. Vivimos en un tiempo fantástico. Jamás como raza humana hemos vivido tanta prosperidad, salud, tenemos acceso a tanto conocimiento, a tanto arte, literatura, y tenemos tanta capacidad como individuos para ser felices y para tener una vida con sentido. Y también vivimos tiempos difíciles: crisis climática, polarización política, autoritarismo, riesgos existenciales por la proliferación de armas nucleares, guerras en ucrania y el medio oriente, y un recrudecimiento de la violencia en Colombia. Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Tengamos iniciativa, actuemos colectivamente, contemos cuentos que inspiren.

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