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Analistas 12/12/2025

El páramo franqueable

Ugo Posada
Inversionista y mentor Endeavor

Adentrarse en el páramo de Chingaza es sentir la subordinación a la naturaleza. Rocas primigenias, frailejones centenarios, ráfagas punzantes y neblina enceguecedora enmarcan un ambiente hostil en el cual los hombres nos sentimos indefensos, intranquilos, y posiblemente: inútiles.

Es también una travesía de admiración ante el ingenio humano, a nuestra perseverancia para hacer a pesar de las dificultades. Como gigantes se levantan las torres de transmisión de energía que cruzan las montañas para llevar electricidad a la capital, y con calma descansa el enorme embalse de Chuza que provee de agua a los Bogotanos.

Fueron hombres, intranquilos, pero no inútiles, quienes visualizaron hace décadas proyectos enormes para que sus hijos y nietos tuvieran luz para leer y agua para beber. A pesar de las dificultades técnicas, de los altos requerimientos de capital y en medio de un ambiente violento, decidieron financiar, diseñar y construir un sistema de ingeniería complejo para darle a los Bogotanos un mejor lugar para vivir.

Es preocupante creer que no tenemos la entereza como sociedad para enfrentar los retos de un orden cambiante en lo económico, lo político y lo social. No es la primera vez que hay incertidumbre ni la última en que habrá inestabilidad, no está limitado a Colombia ni a estos tiempos. No quiero creer que ante los helados vientos que nos golpean nos quedamos petrificados, y que en lugar de un deseo por construir para el futuro, miramos hacia atrás y anhelamos el pasado, algo que ya no existe y que no volverá.

Que las bandas criminales se toman Colombia: ya hemos lidiado como sociedad con los grupos guerrilleros. Que el ambiente político está enrarecido: ya vivimos el Bogotazo y cuarenta años de violencia interpartidista. Que nuestros jóvenes quieren ser influencers y ni estudiar ni trabajar: ya en la bonanza de la marihuana los campesinos dejaron de sembrar plátano para cultivar cannabis. Que haya retos no ha impedido que la economía crezca y que los colombianos prosperen. Que haya habido páramos infranqueables no evitó que los ingenieros desarrollaran el sistema hídrico que surte a Bogotá.

Creo que la nostalgia no es la respuesta. La esperanza, la ambición y el pragmatismo lo son. Que los empresarios desarrollen infraestructura para habilitar la transformación de la Inteligencia Artificial. Que el sector privado y público unan esfuerzos para educar a los jóvenes para ser emprendedores tecnológicos. Que los políticos piensen en cómo se verá Colombia en los próximos 25 años, como un país próspero en que somos potencia regional en innovación, en creatividad y en sostenibilidad, que deroguen leyes que impulsen la inversión en tecnología, que no ahoguen la iniciativa privada. Que los jóvenes se animen a estudiar, que crean que se puede tener y generar empleo de calidad, que no teman desarrollar soluciones para las necesidades de los consumidores.

Que los colombianos nos queramos quedar en Colombia, para vivir bien y mejor. Hacerlo en grande no se logra ni con deseos ni con fortuna, se logra queriendo y haciendo. Y si nos falta inspiración, volver a Chingaza, ver lo que se logra con visión y tesón, y después regresar a la ciudad a soñar y hacer. Podemos ser quienes seguimos abriendo camino en el monte, para que los demás transiten, tengan luz, tengan agua y tengan esperanza.

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