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Analistas 14/12/2018

Nueva amenaza

Sergio Mutis Caballero
Presidente Grupo Valor

Desde el punto de vista interno militar, Nicolás Maduro al parecer no controla la totalidad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Por ello, incluso desde la época del presidente Chávez, viene promoviendo la creación de milicias bolivarianas; de fuerzas paramilitares. Se le suma que en su territorio hay guerrilleros e incluso narcotraficantes con esquemas de seguridad propios.

Ahora, lo que faltaba; el dictador Maduro, para mostrar fortaleza, hace despliegues militares con armamento de guerra prestado por Rusia, revelando además su cercanía con esa potencia y con países enemigos de Estados Unidos como China, Irán y Cuba. Los aviones bombarderos de última tecnología corresponden a aeronaves de guerra con capacidad de ataque nuclear. Además, arribó a Venezuela personal técnico especializado ruso, para actualizar y repotenciar el arsenal militar con que ya cuenta el país vecino.

Hace unos meses, la Fuerza Aérea Colombiana detectó el paso de aviones militares rusos sobre nuestro espacio aéreo, provenientes de Nicaragua hacia Venezuela, lo que provocó notas de protesta colombianas y burlas de los Gobiernos involucrados. Si Colombia cediera al plan armamentista, de entrada, estaría en desventaja. Menos mal nuestro Gobierno no se ha dejado, ni se dejará, provocar por ejercicios militares conjuntos de Venezuela y Rusia. Estados Unidos tampoco le hará el juego.

La realidad es que Maduro, con su actuar, podría desestabilizar la paz regional y eventualmente crear un espacio de confrontación entre el bloque de países americanos democráticos liderados por Estados Unidos, contra sus detractores, que, aunque geográficamente están lejanos, encuentran en Venezuela un amigo geopolítico latinoamericano. Putin quiere reinventar la estructura de la seguridad global y no permitir que Estados Unidos siga actuando como el Sheriff del mundo.

El régimen de Maduro asegura que su país no está en guerra interna, lo que es contrario a la realidad, si se mira que tiene la escalofriante cifra de 25.000 asesinatos al año. La corrupción bélica y la situación social desembocan en graves problemas de seguridad de la población.

A lo anterior se le suma el desastre económico y la crisis humanitaria del país vecino. Como ya se ha analizado desde este medio de comunicación, así como desde esta tribuna, el colapso económico venezolano es aterrador. En los últimos cinco años se ha contraído la economía en más de 40%, con la inflación más alta del mundo, con desmoronamiento institucional, hambruna en su población, retroceso en educación y destrucción de la industria, incluida la petrolera.

Por lo anterior, en este período de cinco años, emigró 7% de la población, lo que es probable que se repita en los próximos tres o cuatro años, es decir, se acrecienta el desespero, fundamentalmente por el empobrecimiento de los hogares. Cerca de 90% de la población vive en pobreza y hay una crisis de salud pública fatal. En resumen, es un modelo fallido y destructor de valor.

Así las cosas, con la postura de Maduro y sin un camino económico de normalización, lo que viene es el colapso total. De darse un proceso de reconstrucción con un eventual cambio de Gobierno, el mismo sería a muy largo plazo. Es necesario que el mundo entero se apersone de lo que sucede en Venezuela, en solidaridad por su gente y por la repercusión global que está generando, con grave tendencia a empeorar.

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