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Analistas 15/09/2017

Perspectivas petroleras globales: ¿cómo le va a Colombia?

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Han pasado ya cuatro años desde el inicio de la frágil recuperación de las economías desarrolladas en 2013, tras la crisis financiera de Lehman Brothers en 2008-2009. Infortunadamente, dicha recuperación del período 2013-2017 ha resultado mucho más lenta de lo esperado, pues la economía mundial aún no parece recuperarse del todo.

Ello ha revivido la discusión sobre la hipótesis del llamado “estancamiento secular”, según la cual las economías desarrolladas estarían atrapadas en equilibrios subóptimos por cuenta de sus débiles demandas agregadas. Esto se refleja particularmente en sus bajos niveles de productividad. En efecto, las cifras del Conference Board revelan que la Productividad Laboral de los países de la OCDE se expandió tan solo 0,8% durante 2011-2015 (vs. 2% hace una década) y la Productividad Total de los Factores habría registrado crecimientos prácticamente nulos en el período de referencia (vs. 1%).

Lo anterior se ha reflejado en los bajos niveles del precio del petróleo, promediando valores de US$52/barril en 2017. Allí han confluido factores tanto de demanda como de oferta, que están impidiendo que el precio del petróleo alcance niveles de US$65/barril que promedió durante 2000-2016 (ver gráfico 1). Lo anterior ha llevado a Anif a disminuir su pronóstico para 2017 a US$52/barril (frente a US$56/barril estimados).

Con relación a la demanda, preocupa particularmente el pobre crecimiento económico mundial. De una parte, el mundo desarrollado continuaría con leves expansiones de 2,1% anual en 2017 (vs. 1,6% en 2016), en línea con los problemas de estancamiento secular antes mencionados. De otra parte, los BRICs seguirían registrando crecimientos económicos bajos. India crecería 7% anual (vs. 8% del período 2009-2011). China se desaceleraría hacia 6,8% en 2017 y 6,4% en 2018, lejos de 10% anual (promedio) de 2009-2011. Al ser estos países importadores de commodities (como el petróleo), sus menores perspectivas de demanda contribuyen a bajar el precio mundial del petróleo.

En lo referente a la oferta, se destaca la elevada producción de shale oil en Estados Unidos, bordeando los 6 millones de barriles por día (bpd) en junio de 2017 frente a una producción total de petróleo cercana a los 9 millones de bpd (ver gráfico 2). Esto evidencia que la participación de la producción de petróleo onshore en Estados Unidos dentro del total supera 60% y explica por qué ni siquiera la presencia del huracán Harvey hace unos días logró incrementar los precios del petróleo. Así, la producción de shale oil resulta ser un seguro onshore frente a los problemas offshore, como los huracanes.

Frente a la oferta de la OPEP, se tiene que los recortes de producción seguirían vigentes hasta marzo de 2018, pero ello no ha tenido mayor efecto de repunte sobre los precios del petróleo. Esto debido al incremento en la producción de Libia y Nigeria (como concesión especial) en cerca de 700.000 bpd y al incumplimiento de Ecuador.

Las perspectivas de masificación de los automóviles eléctricos también están jugando un papel importante en la menor demanda por gasolina. Arabia Saudita, por ejemplo, tiene la intención de agilizar sus extracciones de petróleo hacia el futuro para realizar así caja y no dejar en el subsuelo una activo con riesgo de desvalorización en el próximo quinquenio.

Aterrizando en Colombia, pese a que las perspectivas de inversión para 2017 lucían optimistas (llegando a US$4.500 millones según Campetrol), la verdad es que 70% de esta se enfocaba en extracción y solo 30% en exploración. Aun así, la producción ha continuado cayendo a ritmos de -8,5% anual (en lo corrido a junio de 2017), afectada por las voladuras de oleoductos a manos del ELN (completando 36 en lo corrido de 2017). Además, con un Brent debajo de US$65/barril la exploración en nuevas zonas no luce rentable. Así, la autosuficiencia petrolera de Colombia tan solo tiene un pobre horizonte de cinco años.

Ante esta difícil coyuntura del sector petrolero, el reciente reporte de Ecopetrol no luce muy alentador (¿de qué se reirá la nueva Iguana?). Si bien sus utilidades se duplicaron en el último año, alcanzando $2,2 billones en el primer semestre de 2017 (y seguramente $4 billones para el año), esa cifra dista muchísimo de los $14 billones del período 2011-2013. Preocupa que el “costo de levantamiento” de Ecopetrol se hubiera elevado de US$5,1/barril en 2016 a US$7/barril (ver Bank of America, 2017). Si bien ello estuvo afectado por la causación de la totalidad de los costos de Campo Rubiales, ahora propiedad de Ecopetrol, la realidad es que esa no fue una nueva fuente para el país como un todo. También preocupan los elevados niveles de deuda neta de la compañía, rondando 43% durante el segundo trimestre de 2017, pese a que disminuyeron frente a 51% de un año atrás. Finalmente, los constantes bloqueos de comunidades en Campo Rubiales y el sabotaje por parte de la USO en las refinerías de Barranca y Cartagena (Reficar) tampoco contribuyen a mejorar la situación de Ecopetrol de forma significativa. Esto sin entrar a analizar las pésimas inversiones que han representado Reficar y Bioenergy con TIRs que dejan mucho que desear al ubicarse bien por debajo de 12% (mínimo deseado).

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