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Marc Dunkelman (2024 “Why nothing works”) ha escrito sus memorias y enseñanzas como académico y participante activo en las políticas públicas de los Estados Unidos durante las últimas tres décadas. Como asesor parlamentario del Congreso y consejero municipal buscó soluciones a complejos problemas operativos y estratégicos (en New York y Rhode Island).
Con tantas experiencias a mano, Marc corría el riesgo de haberse quedado relatando a nivel micro historias verdaderamente kafkianas, con cuna aun en regiones tan avanzadas. En sí mismos, esos relatos son valiosos, como el referido a “la imposibilidad de importar” energía-limpia-hídrica desde Canadá o los serios problemas de trazado de infraestructura vial o eléctrica, tan recientes como 2022-2024. Varios de estos proyectos fracasaron a pesar de estar apoyados por el bipartidismo demócrata-republicano. Concluye el autor que en muchos de ellos se ha venido imponiendo “la vetocracia”. Esta resulta del forcejeo político que durante los últimos trescientos años generan fuerzas encontradas entre el Estado-centralista, que busca organizar el bienestar general, y el Estado-localista, que da prioridad a los intereses-locales.
Pero el valor de la obra de Dunkelman es que ha logrado elaborar una sofisticada explicación conceptual sobre dicha “vetocracia” y su disfuncionalidad, con pérdidas tanto a nivel micro como macro. Y de allí su llamado para utilizar las fuerzas mismas de la llamada “progresividad-política” y salir de tal atolladero a través de un “sí-se-puede coordinar”.
Esto implica que las partes centralistas (heredadas de Hamilton) y las locales (de Jefferson) deben ceder y buscar un equilibrio entre lo ambiental y lo socio-económico. Y Dunkelman piensa que la “carga de la prueba” está en territorio demócrata, donde el “establecimiento” Clinton-Obama-Biden ha tenido el grueso de la culpa en la obstrucción del buen funcionamiento gubernamental debido al excesivo empoderamiento local (como en Oregón y California).
Si bien este tipo de conclusiones resuena con la agenda Trumpista, la verdad es que Dunhkelman (demócrata convencido) realiza acertado llamado a deponer los excesos Warren-Sanders-Ocazio. Solo de esta manera cree él se llegará a acuerdos sobre-lo-fundamental, como lo hizo Clinton.
La valiosa construcción conceptual de Dunkelman proviene de diversos ejemplos históricos sobre la forma en que se fue moviendo el péndulo político de empoderamiento centralista (bajo Roosevelt años 1930-1940s) hacia el local (bajo JFK-Johnson durante 1960s); con otro ciclo de reversión hacia el centralismo bajo Reagan-Bush en los años 1980s y nuevamente bajo Trump; teniéndose algunas pausas de empoderamiento local recientes bajo Obama y Biden.
Al hilvanar las historias de liderazgo central y después con sus contrapesos de gobiernos locales, me vienen a la memoria la dinámica política que postularon Acemoglu-Robison (2019) a través del “estrecho corredor” en que se mueven los reclamos sociales frente al progreso económico. Así no sea nada clara la forman en que “instituciones gobiernen” por encima de otros complejos factores.
Por el contrario, hemos venido afirmando que los múltiples factores geográficos, étnicos, culturales y religiosos producen una compleja amalgama de temporales equilibrios que permiten avanzar en lo económico y en lo social, pero de manera no-lineal y algo atropellada, aun en las democracias más acendradas. Pues bien, algo similar es lo que describe Dunkelman en sus frágiles equilibrios entre un Gobierno Central, que busca evitar el caos, y unos gobiernos locales que reclaman de manera diferenciada la agenda regional, especialmente en progreso social y obras de infraestructura.
Recordemos que el postulado central de las obras de Acemoglu y Robinson ha sido que la carencia de instituciones democráticas sólidas impide alcanzar equilibrios sostenibles entre el progreso económico y las libertades de sus pueblos (ver 2014, “Por qué fracasan las naciones” y 2020, “El pasillo estrecho”).
Esta última obra de 2020 vino a llenar un sensible vacío que dejaba la de 2014: allí se logró explicar cómo era que las diversas civilizaciones solucionaban o no el permanente conflicto entre progreso económico y libertades, cubriendo casos de la civilización griega hasta la modernidad, tanto en Oriente como Occidente. Con ello ratificaron la idea que siempre hemos tenido sobre la importancia de factores religiosos y culturales (ignorados en la obra de 2014).
El debate socio-económico sobre desarrollo de la humanidad ha venido experimentando una saludable profundización sobre sus múltiples determinantes. Y, en mi opinión, al interior de ese debate ha ido ganando posicionamiento la visión interdisciplinaria con enriquecimiento a través del dialogo entre economistas, antropólogos, biólogos, sociólogos, psicólogos de masas y ciencio-politólogos. Me llevo la positiva sensación de que “la narrativa general” ahora favorece las complejidades de “dobles causalidades”, por ejemplo, entre crecimiento y densidad poblacional, entre geografía e instituciones, entre colonización y “tendencias culturales”, al decir de Oded Galor (2021 “The journey of humanity). Y, en este sentido, la obra de Dunkelman viene a complementar tal complejidad del desarrollo al poner de presente la tensión entre el gobierno central (pensado por Hamilton) y la democracia local (reclamada por Jefferson).
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