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Analistas 01/03/2019

La desigualdad, desinformación y chalecos amarillos

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Después de un inicio de gobierno bastante prometedor, el presidente Macron de Francia ha tenido serias dificultades de gobernabilidad durante el cierre de 2018 e inicios de 2019. Macron y sus asesores económicos cometieron la torpeza de pensar que duplicando los precios de los combustibles tradicionales inducirían a los consumidores a volcarse sobre fuentes energéticas renovables. Aquí el error fue doble: primero, ese cambio de hábitos no ocurre en el corto plazo, inclusive si la elasticidad-precio es alta; y, segundo, no existe la suficiente oferta energética proveniente de las fuentes renovables, las cuales también sufren sus ciclos en función, por ejemplo, de los vientos que requieren las eólicas.

Como resultado de lo anterior, se organizaron fuertes protestas a través de las redes sociales, lideradas por los denominados “chalecos amarillos” (que todo conductor debe tener en el baúl de su automóvil como parte del kit de carretera). La mala noticia es que, a pesar de la rápida abolición de la medida por parte del gobierno de Macron (reconociendo su error), dichas protestas terminaron en vandalismos y saqueos. Muchos de quienes originalmente protestaron por razón del alza desmedida en el costo de los combustibles, ya han abandonado dicho movimiento al percatarse del oportunismo político de quienes terminaron liderándolo.

Lo curioso es que los movimientos de centroizquierda que apoyaron dichas movilizaciones, tanto en Francia como en los países vecinos, han quedado con la idea de que Macron está reversando fuertemente los subsidios que han caracterizado a Francia. En efecto, enfrentado a un gasto público que bordea 57% del PIB (el segundo más alto entre los países desarrollados, después de Finlandia), Macron ha tomado medidas para contener todo un cúmulo de subsidios que no son progresivos (a favor de los más pobres).

Pero tal vez lo que más ha deteriorado la imagen de un Macron centrista fue el haber desmontado el “impuesto a la riqueza”, que precisamente ahora pregona la precandidata demócrata Warren desde los Estados Unidos. Si bien es cierto que ello incrementó el ingreso disponible de 1% más rico de Francia, lejos está de haber borrado la marcada progresividad impositiva, así como la considerable redistribución por el lado del gasto público en Francia.

Por ejemplo, gracias a dicha progresividad, la brecha del ingreso de 10% más rico vs. 10% más pobre se reduce en Francia desde las 22 veces antes de impuestos y subsidios hasta las seis veces después de impuestos y subsidios (ver gráfico adjunto). En este frente de progresividad, Francia supera inclusive a Suecia, logrando reducir el coeficiente Gini de 0,52 antes de impuestos y subsidios a 0,29 después de impuestos y subsidios (siendo solo superado por el Gini de 0,28 de la mencionada Suecia), ver The Economist, “More égalité than you might think...”, enero 12 de 2019.

Obviamente, la izquierda ahora replica diciendo que, si bien se tiene una alta progresividad en los impuestos y en el gasto público, el supuesto problema es que se han elevado los impuestos indirectos (entre ellos el IVA, que promedia 22% en Europa). También se quejan de que los aportes a la seguridad social se han elevado, en buena medida debido a la mayor longevidad de la población.

Los críticos de Francia, el Estado más progresista de Europa, lo que no ven es que a niveles de gasto de 57% del PIB, la tributación tiene que ser elevada si se quiere honrar el Acuerdo de Maastritch, el cual se fundamenta en contener los déficits fiscales por debajo de 3% del PIB anual y la Deuda Pública por debajo de 60% del PIB (ver Comentario Económico del Día 06 de marzo de 2019).

El actuar de los “chalecos amarillos”, desinformados sobre las limitaciones y realidades fiscales, raya casi en la anarquía. Por eso, muchos ciudadanos de bien ahora han pasado a rechazar dicho movimiento al revelarse sus segundas intenciones, más partidistas que de buscar una verdadera solución al problema de la sostenibilidad de una sociedad bastante igualitaria como la francesa.

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