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Analistas 28/04/2014

Costo Laboral Unitario en Colombia y en Estados Unidos

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes
La República Más
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La correlación positiva entre productividad y crecimiento económico es un factor importante para resumir el desempeño del sector real de una economía en horizontes de mediano plazo. Uno de los desafíos consiste en averiguar cómo compensar los incrementos en los costos laborales con mayores ganancias en productividad durante los ciclos recesivos o de menor crecimiento histórico.

La productividad se mide de diversas formas: i) la Productividad Laboral (PL) o la cantidad de valor agregado que genera cada trabajador ocupado; ii) la Productividad Total de los Factores (PTF) o porción de la producción que no se explica directamente por los insumos trabajo y capital; y iii) el Costo Laboral Unitario (CLU) o la relación entre los gastos salariales y las ganancias en productividad. Este último, lo calculamos como la relación entre el Salario Mínimo Legal en términos reales (SML deflactado por el IPP) y la PL (=PIB-real/número de ocupados).

Datos recientes indican que, durante 2000-2011, la trayectoria del CLU en Colombia disminuyó -3,4 puntos porcentuales (pps) (a razón del -0,3% anual), menor a la contracción de -17,2pps del CLU en los Estados Unidos (-1,7% anual). Aunque el CLU de Colombia disminuyó durante el período de referencia, no logró los niveles de contracción del CLU de los Estados Unidos, lo que implicó que la mano de obra colombiana fuera 13,7% menos competitiva que la de los Estados Unidos en 2011. 

Esta tendencia de encarecimiento relativo de la mano de obra de Colombia frente a la de los Estados Unidos continúo agravándose durante 2012-2013. En efecto, mientras el índice del CLU de los Estados Unidos continuaba reduciéndose hacia niveles de 80, el de Colombia se trepaba hacia los 107, como resultado de ajustes salariales que superaban las ganancias en productividad en cerca de un 3% anual. De esta manera, al finalizar 2013, la mano de obra en Colombia era 27% más costosa que la de los Estados Unidos (neto de los diferenciales en productividad).

La buena noticia para Colombia es que la tendencia devaluacionista del peso frente al dólar, ahora a ritmos del 12% anual por cuenta del llamado “tapering”, podría reflejarse en un estrechamiento de las brechas salariales y de productividad durante 2014. Pero para ello, Colombia debe evitar caer en las redes populistas que ahora rondan a los Estados Unidos y a Alemania, donde se habla de ajustar drásticamente el salario mínimo al alza y después indexarlo contra la inflación.

En efecto, el Congreso de los Estados Unidos está discutiendo si eleva el salario mínimo Federal de los actuales US$7,25/hora a los US$10,10/hora, lo cual implicaría un alza de 39%. Aun si dicha alza se diluyera en unos dos o tres años, como se hizo durante la Administración Clinton, ello no dejaría de tener consecuencias sobre la inflación de costos y generaría pérdida de unos 500.000 puestos de trabajo, aunque ayudaría a mejorar la distribución del ingreso en el corto plazo. Si Obama insistiera en que ello se hiciera de forma inmediata, esto representaría un cierre total del diferencial en la brecha de costos salariales entre Colombia y los Estados Unidos al finalizar 2014, pero ello parece tener una baja probabilidad.

En vez de “confiar” en que el mercado laboral colombiano busque equilibrarse por cuenta de los posibles desmanes de los Estados Unidos, el país debería insistir en atacar sus problemas laborales estructurales. Si bien la tasa de desempleo nos sorprendió favorablemente durante 2013, promediando valores del 9,6% (frente al 10,4% de 2012), su reducción estuvo liderada más por caídas en la tasa de participación (cayendo -0,4pps en promedio) que por un dinamismo en la generación de empleo (creciendo sólo a ritmos del 1,7% frente el 3,4% observado durante 2012). En este sentido, continuar con la práctica de ajustar en Colombia el SML por encima de las ganancias en productividad va en contravía de la generación de empleo requerida para llegar a niveles de desempleo de 8%, como los que se tenían en los años setenta. 

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