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Analistas 11/07/2019

Unión Europea y Mercosur

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Durante la Reunión del Grupo de los Veinte en Osaka, se anunció que la Unión Europea y Mercosur habían acordado suscribir un tratado de libre comercio entre las dos agrupaciones. Este anuncio, luego de 20 años de negociaciones infructuosas, es el resultado de la conjunción de varias circunstancias favorables. Tanto el presidente de Argentina, Mauricio Macri, como el ministro de Hacienda de Brasil, Paulo Guedes, han decidido descartar el proteccionismo e insertar sus respectivos países en la economía internacional. Los gobernantes de Francia, Alemania, España y Portugal coincidieron en apoyar el acuerdo por diversos motivos: comerciales, geopolíticos y protección del medio ambiente.
Si bien el tratado deberá ser ratificado por los parlamentos de las naciones signatarias, una vez entre en vigencia habrá liberalizado el comercio entre dos regiones con una población total del orden de 750 millones de habitantes.

Esta iniciativa constituye una buena noticia para América Latina. Para Paraguay y Uruguay, representa un alivio poder librarse de las restricciones que les impone el arancel externo común proteccionista de Mercosur. Por tratarse de países con mercados internos pequeños, lo que les conviene es participar activamente en los mercados mundiales, con aranceles moderados, sin estar limitados por las distorsiones comerciales de sus socios en Mercosur. Para el resto de los países latinoamericanos, también es conveniente que Brasil y Argentina abran sus economías. Como un número considerable de países de la región tienen tratados de libre comercio con la Unión Europea, la entrada en vigencia del TLC entre la Unión Europea y Mercosur contribuiría a dinamizar el comercio hemisférico.

Se espera que la liberalización del comercio con la Unión Europea sirva como un precedente que permita contemplar un TLC entre los miembros de Mercosur y Estados Unidos. Pero esa es una aspiración de escasa viabilidad en el corto plazo, dada la animadversión hacia el libre comercio de la actual administración estadounidense.

La decisión de los gobiernos de Brasil y Argentina de dar un paso hacia el libre comercio con la Unión Europea es significativa. Representa un cambio de envergadura en la concepción del comercio exterior que lleva implícitas modificaciones considerables en el diseño de la política económica. Implementar esos cambios no será tarea fácil. El proteccionismo a ultranza y la preferencia por el modelo de sustitución de importaciones tienen amplia acogida en el Cono Sur, como manifestaciones ideológicas de nacionalismo económico. Adicionalmente, la intensidad del intervencionismo estatal requerido para administrar una economía cerrada crea vínculos estrechos entre los sectores privilegiados por el proteccionismo y los funcionarios encargados de administrar las barreras a la competencia internacional. Esa interrelación da origen a unos intereses creados que se oponen a modificar un sistema del cual obtienen abundantes beneficios.

La siguiente declaración de Cristina Kirchner es reveladora: “No vamos a importar ni un solo clavo. El modelo de llegada al que aspiramos es a hacer todo nosotros y a ser absolutamente autosuficientes”. En apretada síntesis, esa es la fórmula para garantizar el atraso tecnológico y perpetuar el subdesarrollo.

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