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Analistas 26/09/2013

La integración económica transatlántica

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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Un rasgo notable de la crisis financiera de 2008 y de sus secuelas es que, a diferencia de lo que sucedió en los años treinta, las naciones industrializadas se han abstenido de adoptar posturas proteccionistas.  Esta decisión también ha sido respaldada por la mayoría de las naciones emergentes.  Los dirigentes de los países que hacen parte del Grupo de los 20 se han comprometido a no elevar aranceles ni aplicar medidas restrictivas al comercio internacional durante varios años.  Este compromiso fue ratificado en la reunión cumbre del G20 celebrada en San Petersburgo, a pesar de las objeciones de Brasil y Argentina.
 
Si se tiene en cuenta que la economía mundial todavía no se ha recuperado de la crisis más profunda desde la Gran Depresión, esta demostración colectiva de moderación resulta encomiable.  Otro factor que ha contribuido a evitar prácticas restrictivas del comercio internacional por parte de las naciones industrializadas es la postura de la China como abanderada del libre comercio, al haber orientado su economía hacia la exportación de manufacturas.
 
El hecho es que, en medio de la crisis reciente, la participación de las exportaciones de bienes y servicios en el PIB mundial era mayor en el año 2012 que la del promedio de los años 2005 a 2007.  En otras palabras, a pesar de las circunstancias adversas, la integración comercial de la economía mundial no se ha detenido.  El rechazo a las opciones proteccionistas de las principales naciones exportadoras del mundo sirve de telón de fondo a la iniciativa conocida como el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión.
 
Durante un encuentro en Berlín en el mes de junio, el Presidente Obama y la Canciller Angela Merkel anunciaron la decisión de negociar un acuerdo de integración económica entre Estados Unidos y la Unión Europea.  Se conformaría de esta manera un bloque comercial que abarcaría una población de 800 millones de habitantes, y tendría una capacidad productiva equivalente a la mitad de la del mundo.  Se espera que la negociación haya concluido en el año 2014.  
 
Aunque la desgravación se haría a partir de niveles arancelarios bajos, según los estimativos,  la unificación comercial podría generar un millón de empleos en diez años y aumentar en 0.05% el PIB transatlántico.  Además de contar con una base industrial diversificada, este bloque dispone de recursos humanos capacitados, gran potencial científico y tecnológico, así como un músculo financiero formidable.  Si se le agregan a este bloque aquellos países pro-occidentales que tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, la participación del nuevo grupo en el conjunto de la economía mundial sería bastante mayor. 
 
La iniciativa transatlántica tiene implicaciones geopolíticas que no se hacen explícitas, relacionadas con el surgimiento de China como gran potencia con aspiraciones hegemónicas, un poderío militar creciente y una actitud despectiva hacia los valores democráticos occidentales. Se crearía una poderosa alianza de naciones industrializadas. Occidente no parece estar dispuesto a cederle la supremacía mundial a los herederos del Imperio Celeste.

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