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Analistas 22/05/2017

Venezuela: de la riqueza a la miseria

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank
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Hace algunos días recibí la visita de una de las tías de mi papá, una de las tantas colombianas que partió hacia Venezuela en la década de los 70’s cuando este país era la esperanza económica de la región. Muchos colombianos lo hicieron, las cifras oficiales hablan de una migración  de casi 200.000 personas durante ese período de tiempo, cifra que fue acrecentándose a medida que se intensificaba el conflicto en nuestro país. Se estima que, para la época, Venezuela era casi tan boyante como las potencias nórdicas, el crecimiento de su PIB era el de un país desarrollado y la producción de bienes y servicios nada tenía que envidiarle al resto del mundo. 

Venezuela Saudita, como era llamada, se potenció con el auge del petróleo, al igual que sus compañeros de la Opep. Sin embargo, la bonanza petrolera generó una desmedida confianza económica sustentada en tener la mayor reserva probada de petróleo del planeta. Como bien mencionaba el político y catedrático venezolano, fundador de la Opep, Juan Pablo Pérez Alfonso, Venezuela fue tocada por la maldición del “excremento del diablo”, término que hace referencia al declive de la economía a partir de la dependencia del petróleo. Al respecto expresaba también el reconocido escritor venezolano Arturo Uslar Pietri: “Colón descubrió a Venezuela, Bolívar la liberó y el petróleo la pudrió”.

La bonanza petrolera impulsó el centralismo en el manejo de los recursos estatales e hizo viable el ingreso “triunfal” del socialismo con sus políticas centradas en los subsidios y caracterizadas por redes clientelistas que mantienen las dictaduras en el poder a cambio del enriquecimiento de unos pocos. Como bien menciona el expresidente Uribe: “Otro hubiera sido Chávez sin los recursos del petróleo”. El descenso en los precios del crudo desató una crisis humanitaria en Venezuela, contenida por la especialidad de los dictadores: la represión. 

En Venezuela se fracturó la institucionalidad, no existe relación alguna, aparte del subsidio o del accionar represivo de la guardia bolivariana, entre el Gobierno central y sus ciudadanos. La gente pasa hambre y los empresarios sobreviven a la inflación más alta del mundo y al riesgo constante de ser intervenidos por el Estado o robados por los ciudadanos desesperados. 

Necesitaría varias columnas para explicar por qué Noruega es un país próspero y Venezuela es todo lo contrario. Noruega logró construir uno de los fondos de ahorro más grandes del mundo con el dinero del petróleo, denominado fondo de ahorro intergeneracional. Además, diversificó su economía. Venezuela derrochó el dinero del petróleo y, tocada por el populismo de Chávez, masacró la empresa privada y durmió a su pueblo con subsidios. Finalmente debo resaltar y expresar mi profunda admiración por el heroísmo que han mostrado las mujeres y los jóvenes universitarios de Venezuela. Hoy, más que nunca, nuestros hermanos venezolanos requieren de las voces de todos nosotros, del apoyo internacional y de la coherencia y firmeza diplomática de los países democráticos.

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