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La nueva normalidad es ese estilo nuevo de vida que nos impone la presencia del coronavirus en la vida personal, familiar, profesional y social, después de que pasó la etapa de encierro forzoso y se regresa paulatinamente a la normalidad. En estas líneas, se señalan algunas características de esta nueva situación referidas a los centros educativos. En la educación pública el proceso a la nueva normalidad tendrá una evolución más lenta.
En una etapa cercana, próxima a la actual, la modalidad virtual seguirá primando sobre la modalidad presencial, pero poco a poco algunas secciones o grados estarán unos días en el centro educativo y otros en la casa. Habrá que superar paulatinamente miedos y recelos en la convivencia. La presencialidad tendrá unos objetivos y metodologías distintas a las actuales. Los papás necesitarán formación adecuada para un nuevo rol educativo, centrado en la persona del hijo más que en el aprendizaje, en los valores más que en el conocimiento, en las habilidades más que en las evaluaciones.
Las empresas, que cada vez estarán más interesadas en el teletrabajo para determinados puestos de trabajo, aceptarán cierta flexibilidad para que los padres y madres de familia puedan acompañar a sus hijos en los procesos educativos en casa. Será un equilibrio costoso de conseguir entre empresa y colegio, con la familia en medio. La flexibilidad de ambas instituciones será la clave del éxito.
Habrá un replanteamiento de los costos de la educación privada para facilitar la educación de calidad a más familias. Bastante procesos podrán estar tercerizados y/o estar compartidos. Podría haber agrupación o fusión de colegios. Por otra parte, la nueva normalidad en los centros educativo comporta una nueva logística del transporte escolar.
De la importancia de tener unas buenas instalaciones físicas se pasará a la necesidad de poseer una buena plataforma informática que haga posible la educación virtual. La tecnología educativa adquiere una relevancia total. La nueva tecnología educativa facilitará mejor que ahora el uso de diversas metodologías: sesiones en grandes grupos, talleres lúdicos, laboratorios virtuales, expresiones artísticas... También permitirá el trabajo personalizado del profesor con un alumno de forma individual o con pequeños grupos, que tendrán mayor relevancia.
Los profesores deberán acelerar con urgencia su formación en esta nueva tecnología, para llevar a cabo una educación remota de calidad, que es algo distinto a impartir una clase virtual y dejar tareas al alumno para la casa. La enseñanza que imparten los profesores perderá protagonismo frente al proceso de aprendizaje de los estudiantes, que es el auténtico protagonista de la educación. Las tareas, que dejarán de llamarse así, estarán encaminadas a aprender a manejar la información para convertirla en conocimiento.
Las evaluaciones estarán diseñadas para verificar qué habilidades, actitudes y vivencias han adquirido los estudiantes, más que para averiguar qué conocimientos no han adquirido todavía. El desarrollo de las habilidades de pensamiento, y la valoración de estas, será esencial en el proceso educativo.
Algunas de estas consideraciones ya están en marcha. Otras son nuevas y quizá han venido para quedarse, o quizá sean transitorias. En cualquier caso, es una gran oportunidad para repensar la educación y todo lo que lleva consigo.