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Analistas 08/08/2016

¿Puede la tecnología salvar al mundo?

Foto: The New York Times
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Si no tiene idea de lo que estoy hablando, el Falcon 9 es el cohete reutilizable de Elon Musk, que impulsa una carga al espacio y después regresa a donde puede ser lanzado otra vez. Seguimos estando muy lejos de las colonias espaciales y de los hoteles de gravedad cero, y ni hablar de los imperios galácticos. Pero la tecnología del espacio está avanzando tras décadas de estancamiento.

Y bajo mi mirada de amateur, esto parece ser parte de una tendencia más amplia, lo que me está volviendo más optimista con respecto al futuro de lo que he estado desde hace tiempo.

Verá, terminé mi doctorado en 1977, el año de la primera película de “Star Wars”, lo que significa que básicamente he pasado toda mi vida profesional en una era de desilusión tecnológica.

Hasta la década de 1970, casi todo mundo creía que el avance de la tecnología haría en el futuro lo que había hecho en el pasado: producir mejoras rápidas e inconfundibles en casi todos los aspectos de la vida. Pero no fue así. Y aunque los factores sociales (sobre todo la creciente desigualdad) han jugado un papel importante en esa decepción, también es cierto que en la mayoría de los aspectos la tecnología se ha quedado corta respecto de las expectativas.

El ejemplo más obvio son los viajes, donde los autos y los aviones no son más rápidos que cuando era estudiante y el tiempo real de viaje de hecho ha aumentado, gracias al congestionamiento y las filas de seguridad. En forma más general, simplemente ha habido menos progreso en nuestro dominio sobre el mundo físico (nuestra capacidad para producir y hacer cosas) de lo que casi todos esperábamos.

Ahora, ha habido un avance impactante en nuestra capacidad para procesar y transmitir información. Pero aunque me gustan los videos de gatos y de conciertos tanto como a los demás, seguimos hablando de una parte limitada de la vida: seguimos viviendo en un mundo material, y embestir con la información solo tiene efecto hasta cierto punto. La famosa burla del inversionista Peter Thiel (“Queríamos autos voladores, y en cambio tuvimos 140 caracteres”) es injusta, pero contiene gran parte de verdad.

Sin embargo, durante los últimos cinco o seis años, la tecnología se ha estado volviendo física otra vez (o al menos así me parece); una vez más, estamos avanzando en el mundo de las cosas, no solo de la información. Y eso es importante.

Es divertido ver el avance en los cohetes, pero la verdadera gran noticia está en la energía, un campo de desilusión verdaderamente inmensa hasta hace poco. Durante décadas, las tecnologías energéticas convencionales siguieron quedándose cortas respecto a las expectativas, y parecía que nada podía terminar con nuestra dependencia al petróleo y el carbón (malas noticias en el corto plazo debido a la prominencia que daba a Oriente Medio; peores noticias en el largo plazo debido al calentamiento global).

Pero ahora, estamos atestiguando una revolución en múltiples frentes. Hasta el momento, los principales efectos han venido de la fractura hidráulica, que ha puesto fin a los temores de que el petróleo alcance su clímax y que, adecuadamente regulada, podría ser de cierta ayuda para el cambio climático: el gas obtenido con la fractura hidráulica sigue siendo combustible fósil, pero quemarlo genera mucho menos emisiones de gases de invernadero que quemar carbón. No obstante, la principal revolución a futuro es la energía renovable, donde el costo del viento y especialmente de la energía solar ha caído con increíble rapidez.

¿Por qué es importante esto? Cualquiera que no sea ignorante o republicano comprende que el cambio climático es por mucho la amenaza más grande que enfrenta la humanidad. ¿Pero, cuánto tendremos que sacrificar para cubrir esa amenaza?

Bueno, seguimos escuchando afirmaciones, principalmente de la derecha pero también de algunos de la izquierda, en el sentido de que no podemos tomar acciones eficaces con respecto al clima sin poner fin al crecimiento económico. Esto nunca fue razonable, pero los que afirmábamos que proteger el ambiente era consistente con el crecimiento solíamos ser un poco vagos con los detalles, simplemente señalando que con los incentivos correctos, el sector privado encontraría una forma.

Sin embargo, ahora podemos ver con bastante claridad la forma de un futuro sustentable con bajas emisiones; básicamente una economía electrificada con, sí, con la energía nuclear jugando cierto papel, pero con el viento y el sol en una posición central. Por supuesto, no tiene por qué suceder. Pero si no sucede, el problema será político, no tecnológico.

Cierto, sigo esperando los autos voladores, y ni hablar de la híper velocidad. Pero hemos progresado tanto en la tecnología de las cosas que salvar al mundo repentinamente se ha vuelto mucho más plausible. Y eso es motivo para celebrar.

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