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Analistas 20/08/2012

Negligencia profesional de economistas republicanos

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Una gran noticia entre el penoso ambiente científico ha sido el libro blanco de la campaña de Romney sobre política económica, que representa un esfuerzo concertado de tres economistas - Glenn Hubbard, Greg Mankiw y John Taylor - para destruir su propia reputación (sí, hay un cuarto autor, Kevin Hassett. Pero el coautor de “Dow 36,000” exactamente no tiene ninguna reputación que destruir).

Y cuando hablo de destruir reputaciones, no sólo quiero decir que éstos tres digan cosas con las que discrepo. Me refiero a negligencia profesional abierta e innegable. Una cosa es que tengan argumentos tambaleantes o incluso demostrablemente erróneos. Pero otra cosa es que citen el trabajo de otros economistas, afirmando que apoyan sus posturas, cuando de hecho no es así. Y no me crean a mí - escuchen la protesta de los economistas citados.

Por cierto, no es algo oscuro. Para tomar un ejemplo de su documento: el trabajo de Atif Mian y Amir Sufi sobre crisis y deuda familiar ha estado jugando un papel importante en el armado del caso a favor de una depresión motivada por el lado de la demanda, que es exactamente el tipo de situación donde el estímulo tiene sentido -, así que hay que estar completamente loco y/o ser completamente inescrupuloso para citar su trabajo y afirmar que refuta el caso a favor del estímulo. O para tomar otro ejemplo, cualquiera que esté siguiendo el debate sabe que un documento de investigación de Scott Baker, Nicholas Bloom y Stephen Davis que afirma demostrar que la incertidumbre está limitando la recuperación claramente identifica a la incertidumbre como algo que surge de cosas como la política arriesgada del Partido Republicano respecto al techo de endeudamiento - y no cosas como el “Obamacare”.

¿Los señores Hubbard, Mankiw y Taylor realmente pueden estar tan locos? No lo creo. Simplemente creen que pueden engañar a la gente del campo sin pagar ningún precio profesional. Esperemos que estén equivocados.

Simon Wren-Lewis, un economista de Oxford, se pregunta qué pudo haber poseído a los señores Mankiw y Tylor para que vendieran su alma de esta forma: “Es triste, porque habla tanto de la economía como disciplina científica como de los individuos involucrados”, escribió en una publicación reciente en un “blog”.

No pretenderé tener una respuesta completa. Pero indudablemente parte de esto simplemente es que han quedado atrapados en el vórtice de la campaña general de Romney - una campaña que ha convertido al fraude en parte de su procedimiento operacional estándar.

Recuerde, Mitt Romney pasó meses criticando al Presidente Obama porque “pide disculpas en nombre de Estados Unidos” - algo que, en realidad, el Sr. Obama nunca ha hecho. Después, pasó semanas declarando que el Sr. Obama ha denigrado a las pequeñas empresas al afirmar que los empresarios de hecho no formaron sus propias compañías - todo basado en una declaración que claramente hablaba de la infraestructura. Mientras tanto, el plan de impuestos del Sr. Romney actualmente es un fraude demostrado - grandes recortes impositivos para los ricos que según afirma serían compensados con el cierre de las lagunas fiscales, cuando el Centro de Política Fiscal ha demostrado que la aritmética simplemente no funciona. Resulta ser que ha sido deshonesto respecto a la fecha exacta en que salió de Bain Capital. Y etcétera, etcétera.

Entonces, es una campaña centrada exclusivamente en fingir - en falsas afirmaciones sobre el Sr. Obama, en falsas afirmaciones de política, en falsas afirmaciones sobre la historia personal del Sr. Romney.

¿Es realmente sorprendente, entonces, que los economistas que han decidido prestar su nombre a la campaña hayan quedado atrapados en esta cultura de fraude? Tal vez algunos de ellos inicialmente se mostraron renuentes, o pensaron que podían apoyar la campaña con interpretaciones selectivas de la verdad. Pero había presión para que se unieran al equipo, para que dieran a la campaña material que pudiera usar - y así, un día todos terminaron poniendo su nombre en un informe que simplemente es abiertamente deshonesto, en formas que pueden y han sido fácilmente documentadas.

Sería algo terrible incluso en una causa defendible. Es aún peor cuando la meta es elegir a un hombre que parece no tener idea ni propósito, a no ser la ambición personal.
 

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