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Analistas 08/05/2017

El ataque con misiles contra Siria fue la decisión correcta

Foto: New York Times
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Pero, más que todo, fueron correctos.

Sospecho profundamente de las políticas y la competencia de Trump, pero este es un caso donde tiene la razón y donde el ex presidente Barack Obama se equivocó. Efectivamente, muchos creemos que el peor error de política exterior de Obama fue su pasividad en Siria.

Uno de los problemas de Trump es que ha mentido tanto y con tanta frecuencia que no tiene credibilidad ni en casa ni en el extranjero en una crisis exterior como esta. Asimismo, me resulta desconcertante que haya llegado a la decisión correcta de una forma impulsiva, cambiando 180 grados la política luego de que surgieron fotos convincentes de niños gaseados en Siria. ¿Las decisiones bélicas de un presidente realmente deberían depender de las fotos tomadas?

No obstante, pese a toda mi desconfianza en torno de las motivaciones de Trump y su capacidad para ejecutar una estrategia, pienso que estuvo en lo correcto por lo siguiente:

Desde los horrores del gas mostaza durante la Primera Guerra Mundial de hace un siglo, una de las normas internacionales más exitosas ha sido el tabú sobre el uso de armas químicas. Todos estamos interesados en reforzar esa norma, así que esto no solo tiene que ver con Siria sino también con disuadir que el próximo dictador recurra al gas sarín.

Para un ejército extenuado al máximo, el gas tóxico es una forma conveniente de aterrorizar y someter a una población. Por eso Saddam Hussein usó gas contra los curdos en 1988, y por eso el presidente Bashar al-Assad ha usado gas contra su propio pueblo en Siria. La mejor forma de que el mundo cambie el cálculo es demostrar que el uso de armas químicas conlleva un precio especial; como un ataque militar contra una base aérea.

Paradójicamente, Assad quizá haya usado armas químicas porque percibió una luz verde de parte del gobierno de Trump. En días recientes, Rex Tillerson, Sean Spicer y Nikki Haley sugirieron que ya no era una política estadounidense pugnar por la remoción de Assad, y eso pudo haberlo envalentonado para abrir la caja de las armas químicas. Ese error hizo doblemente importante que Trump mostrara que ni Assad ni ningún líder puede salirse con la suya con el uso de armas de destrucción masiva.

Verán, para un niño sirio no importa mucho si la muerte viene de una bomba de barril, de un mortero, de una bala o de un agente nervioso. Espero que Trump también muestre más interés por frenar toda la matanza de sirios; pero sigue siendo importante defender la norma contra las armas químicas.

Los críticos señalan que los ataques aéreos de Trump no tienen clara base legal. Tienen razón, y ese fue un motivo por el que Obama no actuó. Pero la intervención del Presidente Bill Clinton en 1999 para evitar un genocidio en Kosovo también fue de legalidad incierta, y gracias a Dios que lo hizo. Clinton ha dicho que su mayor error de política exterior fue no haber intervenido en Ruanda durante el genocidio de 1994; cualquier intervención de ese tipo también habría sido de legalidad incierta; y llevarla a cabo también hubiera sido lo correcto.

Hay riesgos por delante, de que Rusia o Siria ataquen a aviones estadounidenses o que Irán busque venganza contra estadounidenses en Irak. Los planes de guerra raras veces sobreviven al primer disparo, y es más fácil iniciar intervenciones militares que terminarlas. Pero mientras no busquemos derrocar militarmente a Assad, a todo mundo le interesa evitar una escalada.

También es justo que los críticos destaquen la hipocresía de Trump, y que cuestionen que pudo haber disparado los misiles por motivos políticos, para mostrarse como líder y distraer de los problemas políticos. Ciertamente, Trump previamente se había opuesto a lo que está haciendo ahora.

Haciendo referencia a Obama en 2013, tuiteó: “El presidente debe recibir aprobación del Congreso antes de atacar a Siria”. Y cuando Trump habla del sufrimiento en Siria de “hermosos bebés”, uno se pregunta cómo justifica vilipendiar e impedir la entrada de esos mismos bebés con su prohibición de viajes. No obstante, prefiero que Trump haga lo correcto inconsistentemente y no que haga lo incorrecto consistentemente.

Muchos de mis compañeros progresistas se oponen visceralmente a cualquier uso de la fuerza, pero pienso que eso es un error. Me opuse a la guerra en Irak, pero algunas intervenciones militares salvan vidas. La zona de exclusión aérea sobre el norte de Irak en la década de 1990 es un ejemplo, y también la intervención británica en Sierra Leona y la intervención francesa en Mali. Es prudente recelar de las intervenciones militares, pero es imprudente rechazar categóricamente cualquier uso de la fuerza.

¿Quieren pruebas de que las intervenciones militares en Oriente Medio pueden funcionar? En 2014, Obama ordenó ataques aéreos cerca de la frontera entre Siria e Irak en contra del grupo militante Estado Islámico mientras este atacaba a miembros de la minoría yazidí. Esos ataques salvaron muchos miles de vidas yazidíes, aunque llegaron tarde para salvar a miles más que fueron asesinados o secuestrados como esclavos sexuales.

En Siria, la pregunta crucial es qué sigue.

Entre los políticos ha habido conversaciones audaces sobre derrocar en Siria a Assad. ¿En serio? La gente ha estado contando con la caída de Assad desde hace seis años, y sigue tan atrincherado como siempre.

Como secretario de Estado, John Kerry trabajó valientemente para alcanzar un acuerdo de paz en Siria. Pero no tenía ni incentivos ni castigos que ofrecer. Kerry suplicó apalancamiento a Obama en forma de ataques aéreos, pero Obama se negó.

Ahora, el Departamento de Estado finalmente tiene apalancamiento. Pero, trágicamente, parecemos carecer de un secretario de Estado con la influencia e inclinación a aprovechar ese apalancamiento para pugnar por un acuerdo de paz.

El curso de acción que propongo en Siria es el mismo que Hillary Clinton y muchos otros han favorecido: ataques de misiles para mantener en tierra a la pequeña fuerza aérea de Assad. Esto ayudaría a poner fin a las bombas de barril y debería hacer que Assad comprenda que no tiene ninguna solución militar, y que es hora de negociar. El resultado negociado más plausible sería un cese al fuego a largo plazo y una partición de facto de Siria, posponiendo la reintegración hasta que Assad ya no esté.

Incluso si no podemos utilizar los ataques aéreos para alcanzar un acuerdo de paz, los ataques de todas formas valen la pena porque degradan los activos aéreos que usa Assad para matar a su propio pueblo.

Siria es un país espectacular que huele a historia, y es habitado por gente normalmente cordial y hospitalaria. No obstante, la bien intencionada cautela de Obama ha permitido que la espiral descendente de Siria se convierta en un símbolo de la brutalidad y el sufrimiento que también ha agravado el cisma sunita-chiita en todo el mundo.

Dado que nunca hubo una buena opción, siempre optamos por hacer poco o nada. El resultado fue que más de 300.000 personas perdieron la vida; un enorme número fueron torturadas y violadas; casi cinco millones de refugiados huyeron de Siria y desestabilizaron otros países, el Estado Islámico sembró el terrorismo en todo el mundo, y se desarrollaron genocidios contra las comunidades yazidíes y cristianas en Siria e Irak.

Pese a todas las preocupaciones legítimas sobre los riesgos venideros, ahora otra vez podríamos tener una ventana para frenar el baño de sangre en Siria. Me alegra que Trump haya dado el importante primer paso de responsabilizar a Assad por el uso de armas químicas. Pero todo va a depender de si Trump, quien hasta el momento ha sido un maestro de la incompetencia, puede manejar la tarea mucho más difícil de usar la guerra para producir la paz.

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