¿Quién atiende la salud de los estudiantes?

Mucho se ha hablado en los diversos círculos sociales del país y, seguramente, del mundo entero de la propuesta de reforma a la salud que el actual gobierno colombiano ha propuesto al ente legislativo del Estado. Ya veremos cuál es el resultado e impacto de esta nueva intención de cambio.

Y volviendo la mirada al sector educativo, debemos preguntarnos por la salud de los estudiantes, especialmente de su salud mental, tras la crisis más impactante que el mundo ha vivido en décadas, a causa de la pandemia por la covid-19. Regresamos a la “normalidad” y ha sido de obligada responsabilidad revisar qué está pasando en la vida psicoemocional de los estudiantes para poder así asegurar los aprendizajes esperados en pro de sus proyectos de vida. Algunas evidencias de las consecuencias vividas de modo personal, en ambientes familiares y demás círculos sociales indican diferentes niveles de ansiedad y estrés.

Investigaciones al respecto han ayudado a transparentar con sus resultados la realidad de esta situación, concluyendo que existen niveles de desajuste psicoemocionales que paralizan la existencia en todas sus dimensiones, llegando incluso a lamentables consecuencias de ideación suicida o de suicidio (https://doi.org/10.1038/s41598-021-97697-3). Esta situación se complejiza aún más cuando nos damos cuenta que en el imaginario cultural de nuestras sociedades el abordaje de la salud mental se asocia a un estigmatización de las personas y a una falta de conocimiento de los servicios de apoyo y capacidades del sistema de salud. Todo esto no permite que se busque la ayuda adecuada en el momento justo, dejando que las cosas se agraven mucho más.

En su retorno al estudio, los estudiantes están experimentado problemas de salud mental. Al entablar un diálogo con ellos, manifiestan sentimientos de desesperanza e incertidumbre sobre el futuro y dificultad para adaptarse a un paradigma académico nuevo y desconocido desde su base de origen. La capacidad para estudiar y su bienestar en general está afectado. Existe una necesidad inminente de establecer planes de acción concretos en el desarrollo de una política pública, con el compromiso de las Instituciones de Educación Superior (IES), para enfrentar esta problemática compleja; sin embargo, no son tan visibles y evidentes en la propuesta de la estrategia integral de acceso que el actual Gobierno nacional está promoviendo. La brecha de aprendizaje de los estudiantes y su salud mental son de gran relevancia para estructurar iniciativas gubernamentales en pro de la calidad de la educación superior, y de la felicidad, bienestar pleno y realización de los estudiantes.

Así mismo, las IES no pueden ser superficiales en su actuación y suponer que el regreso al “servicio como siempre” significa que estos problemas de aprendizaje y de salud mental han desaparecido. Hoy más que nunca se requiere un enfoque universitario que comprenda, reconozca y proteja la salud mental de los estudiantes.

Para lograrlo, es necesario que las capacidades de las IES en bienestar y docencia, se potencie con el actuar de los profesores. Estos deben tomar conciencia de un enfoque personalizado en su práctica pedagógica y didáctica, que comprenda las experiencias dispares y complejas de sus estudiantes, las dificultades financieras que experimentan, los desafíos académicos, las expectativas familiares y la disonancia cultural en torno al reconocimiento de los problemas de salud mental, entre otros. Acciones concretas como una buena bienvenida y orientación desde el primer día que llegan al campus, el apoyo en todos los temas que requieren para ubicarse en medio de sus aulas y horarios de clases, la atención a través del enfoque pedagógico innovador con el cual debe socializar el estudiante y la apertura a una comunicación significativa ayudará a su bienestar, por un sentido de serenidad emocional de los estudiantes, y el logro de un aprendizaje mayor.