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Algunas instituciones del ámbito mundial, y otras en el escenario local, están empeñadas en seguir apostándole a la educación en todos sus niveles, y desde allí, alcanzar el sueño de erradicar la pobreza y promover la prosperidad compartida, apoyadas por la cuarta revolución industrial.
Colombia está inmersa en la transformación digital, a un paso no tan acelerado como deseamos. Algunas cifras corroboran esta afirmación. De acuerdo con el Dane, solo 56,5% de los hogares cuentan con conexión a Internet, y de estos, 21% perteneciente al estrato socioeconómico 1, apenas se conecta a la red, mientras que 99% de los hogares de estratos sociales altos poseen dicha conexión. Y esta brecha, también se evidencia cuando se compara lo urbano y lo rural. Todo lo anterior fue más evidente con la llegada de la pandemia, cuando prácticamente toda la dinámica de la humanidad cambió de repente, y desde el sector educativo migramos a un modelo de educación remota de emergencia, y no a una educación virtual, como muchos dicen.
Y es que la pandemia de la covid-19 aceleró muchas tendencias del sector educativo, pero reveló brechas de las cuales no éramos del todo conscientes, como la digital o de competencias digitales, que debemos incorporar con mayor ahínco en el currículo, en el proceso de enseñanza - aprendizaje, y en los protagonistas mismos del acto educativo: estudiantes y profesores.
Este contexto nos plantea un desafío; aunque tengamos una intención clara de brindar un mayor acceso y cobertura educativa en toda la geografía colombiana, sobre todo en esa Colombia profunda, que está en proceso de pacificación, también debemos contar con una infraestructura digital amplia y de calidad, que contribuya a llenar los vacíos actuales. Y es que queremos que las Instituciones de Educación Superior (IES) sigan siendo la oportunidad, la mejor opción de acceder a educación superior de calidad, flexible y pertinente, y a otros formatos de formación, capacitación y recualificación a lo largo de vida, para con ello, fomentar el desarrollo económico y la mejora de las condiciones de vidas de las personas, las comunidades y los territorios.
Hoy, más allá de la apuesta del gobierno actual y de los venideros, debemos reflexionar con principio de realidad. Estamos aún algo lejos de alcanzar la dinámica competitiva ideal desde la propuesta digital ante los mercados regionales, o mundiales.
Se han dado avances en materia del desarrollo del comercio electrónico, la automatización de procesos y la adopción de plataformas en la nube, pero hay elementos sobre los cuales Colombia debe seguir profundizando, tales como en tecnologías de inteligencia artificial, analitycs, big data, entre otros.
Por su parte, gracias a los equipos de trabajo de tecnología y con el convencimiento y apoyo de la alta dirección de las IES, se ha trabajado hacia la transformación digital, identificando dos retos en este proceso. El primero, se enfoca a la generación de capacidades tecnológicas. Por ello, se han venido modernizando los ecosistemas e infraestructuras tecnológicos, e incorporando sistemas de información de talla mundial. El segundo reto es la adaptabilidad, entendida esta como la gestión del cambio organizacional.
Al respecto, la implementación de nuevas o potenciadas plataformas tecnológicas nos lleva a pensar y actuar en cómo estas son adoptadas por las personas en su quehacer diario, con el fin de mejorar su desempeño, e imprimir una mayor eficiencia y eficacia a la organización, y que a su vez, se revierta en una mejor experiencia y respuesta a nuestros grupos de interés. Por lo anterior, considero que la transformación digital tiene más de transformación que de digital. Al unir estos conceptos, es necesario concebir cómo las personas, los procesos y la tecnología confluyen para generar una verdadera cultura digital y un mayor valor para estudiantes -y egresados-, de hoy y del futuro.