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El sistema técnico-profesional de educación superior es un tema que cobra cada vez más relevancia en el contexto de un mundo interconectado e interdependiente, donde el conocimiento y las competencias globales son clave para la competitividad, atractividad y empleabilidad de nuestros estudiantes y profesionales.
La educación técnico-profesional ha sido históricamente un pilar del desarrollo económico y social de muchos países en el mundo, brindando formación práctica y pertinente a las necesidades del sector productivo. No es tanto el caso en Colombia y varios de nuestros países latinoamericanos que no han hecho una apuesta socioeconómica y cultural tan fuerte en la materia. En un mundo globalizado, este nivel educativo enfrenta desafíos y oportunidades que exigen una mirada política del sector educativo más estratégica. Si queremos fortalecer la empleabilidad de nuestros egresados, acompañar las necesidades de nuestras empresas y aumentar la capacidad innovadora y la pertinencia de las instituciones es fundamental que este nivel de formación técnico-profesional lo dinamicemos cada vez más para responder a las necesidades de 28% de los jóvenes colombianos que ni estudian ni trabajan. Al respecto, Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, insiste en “que este vacío puede ser aprovechado mediante programas de formación que no se limiten a carreras universitarias tradicionales” (cfr. Revista Semana).
A nivel global, vemos tendencias como la expansión de los acuerdos de reconocimiento de títulos, la creación de programas de movilidad estudiantil, la adopción de estándares internacionales de calidad y la creciente demanda de formación en competencias interculturales y digitales. Países como Alemania, Canadá y Australia han integrado con éxito estrategias para desarrollar el sistema de educación técnica, tecnológica y profesional, permitiendo a sus estudiantes adquirir experiencia en otros mercados laborales y ampliar su horizonte de oportunidades. Estos modelos no solo fortalecen la vinculación entre educación y empleo, sino que también mejoran la competitividad de los egresados en el mercado laboral global, y facilitan una internacionalización creciente, tradicionalmente reservada al ámbito universitario profesional y posgradual. Colombia pueden aprender de estas experiencias para desarrollar un sistema de formación técnica más integrado con el mundo productivo a escala nacional e internacional, alineado con estándares internacionales. La experiencia de formación dual (ejemplos de Alemania y Francia) y sus posibilidades crecientes de internacionalización (en particular para las prácticas empresariales) han sido valorados muy positivamente por estudiantes en estos dos países cada vez más demandantes de estas formaciones muy prácticas, cortas y de impacto laboral inmediatas.
Es necesario aprender de estos modelos y adaptarlos al contexto. La formación técnica y tecnológica accesible y digital, disponible desde la educación media, y completamente integrada por cadenas de formación y reconocimiento de aprendizajes previos muy de vanguardia a los programas universitarios de pregrado y posgrado es la ruta más adecuada para responder a una apuesta de educación flexible y pertinente con las necesidades de los actores-estudiantes a lo largo de toda la vida y de las Instituciones de Educación Superior, IES. Es el momento de repensar la educación técnica-profesional en Colombia desde una óptica global y local.