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Analistas 11/04/2022

Iberoamérica: energía y geopolítica

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA

Hace pocos días, Emiliano López Atxurra, presidente de Petronor -una compañía energética española- impartió una conferencia en la que vinculaba el proceso de transición energética con la nueva geopolítica. La guerra de Ucrania en el Este de Europa, sumado a los recelos de la Unión Europea respecto al posicionamiento de China en este enfrentamiento bélico, han puesto en primer lugar de la agenda política mundial un concepto que ya cobró importancia durante lo peor de la pandemia: la autonomía estratégica, que pasa por reducir la excesiva dependencia de terceros países en aspectos clave para la economía de los Estados.

Este es un asunto que, sin duda, tendrá su impacto en Latinoamérica. La aplicación práctica de esa autonomía estratégica en el viejo continente exige replantearse quiénes deben ser sus nuevos socios estratégicos y proveedores de materias primas. Latinoamérica es uno de ellos. Veamos un caso práctico: la Unión Energética Europea para hacer frente a la crisis de suministro de gas y petróleo, se impulsa justo en el momento en que el liderazgo mundial está directamente relacionado con la transición energética y la capacidad de desarrollar, pero también fabricar, tecnología. En el caso concreto de España y Portugal, por su ubicación más occidental, el reto de crecer como potencias europeas pasa por asegurarse el suministro de materias primas críticas a través de África y, por supuesto, Latinoamérica.

Iberoamérica tiene, por tanto, la oportunidad de ser parte del ecosistema energético, industrial y tecnológico de Europa, que sigue siendo un socio serio y fiable: representa 5,7% de la población mundial y genera 18,6% del PIB global. Por su parte, Latinoamérica concentra 17% de las reservas globales de petróleo, 52% del cobre y 85% de litio, un mineral esencial para fabricar baterías, asociadas al futuro de un sector estratégico para Europa como es el automóvil, así como para hacer frente a la necesidad global de aumentar la capacidad de acumular energía.

Este contexto geopolítico es favorable para balancear y equilibrar las relaciones entre ambas regiones, especialmente entre Latinoamérica y los países de la Península Ibérica, que suman una población de 684 millones de personas y comparten una realidad económica, social y cultural viva y dinámica.

Nos jugamos mucho. España y Portugal tienen la oportunidad de recuperar protagonismo europeo, tanto en el plano político como en el productivo; mientras que para Latinoamérica es una ocasión de ganar posiciones en Europa como aliado preferente, reforzando los vínculos entre las dos orillas del Atlántico como una alternativa al Eje del Pacífico.

Un horizonte en el que iniciativas como el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi), en el que me impliqué personalmente hace más de cinco años y que hoy agrupa a cerca de 200 presidentes de grandes compañías iberoamericanas, cobran más sentido que nunca. Precisamente, el próximo Congreso de Ceapi, que se celebrará en Santo Domingo el 1 y 2 de junio, lleva por título Innovación y oportunidades en tiempos de incertidumbre.

Nos encontramos en un momento de disrupción. A la pandemia, la transformación digital, la lucha contra el cambio climático o la transición energética, ahora se suma el terremoto sociopolítico desencadenado por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Los hechos hablan por sí solos. Ha llegado el momento en que Europa y Latinoamérica avancen de la mano.

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