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Analistas 09/03/2023

Lo que aprendí del silencio

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta

El silencio es una palabra escasa y esquiva. Tal vez porque nos da miedo pues nos confronta. Escribo en esta ocasión no para romperlo sino para reconocerlo. Después de vivir la experiencia de un retiro de silencio durante una semana en la que dejé de ser un email, un perfil de Instagram o de Twitter, una voz al otro lado del teléfono o una escritora con necesidad de narrar el mundo para ser yo.

Esto es todo un desafío en una era de estímulos constantes. Y estímulos que muchas veces nos desconectan de quiénes verdaderamente somos. Nos hemos convertido en una cadena de historias incesantes construidas afuera de nosotros mismos y que se hilan a través del miedo, las fobias, las creencias limitantes y la desesperanza.

La semana pasada tuve tal vez una de las experiencias más banales para muchos o transformadoras para otros que queremos siempre mirar más allá del horizonte de la existencia. Un retiro de mindfulness y meditación en donde la premisa era la desconexión de todo para lo conexión con nuestra esencia. Una semana entera sin trabajo, sin computador y sin celular, una semana de confrontación con la mente, el corazón y el cuerpo.

En resumen, una semana para comprender los pensamientos, reconocer las emociones y sentir el cuerpo, algo que poco o nada nos facilita este complejo mundo en el que vivimos.

Cuando me despedí de mi cotidianidad: familia, trabajo, amigos y novio, todos en cierta forma pensaron en una locura repentina mi deseo de buscar el silencio, sin embrago a pesar del juicio, mi valentía se expresó en ratificar la decisión. Aún recuerdo con claridad lo primero que nos dijo el profesor del retiro virtual de silencio que reunió a más de cien personas alrededor del mundo: “no se preocupen por ver las noticias ni estar conectados, en una semana encontrarán el mundo tal como lo dejaron”.

Y a pesar de la ansiedad que significa desconectarse y los sentimientos de culpa por dejar todo en pausa por siete días, lo hice en un grito de libertad que emitió mi corazón. Hoy después de marcar los días del calendario y cumplir con esta tarea espiritual puedo dar fe del poder de la meditación y el silencio como grandes catalizadores de evolución y transformación.

El compromoterese con escucharse a uno mismo y navegar en las profundidades de la mente puedo decir que es una de las más valerosas tareas del ser humano.El silencio no debería romperse, debería abrazarse y cuidarse como ese lugar de encuentro al que siempre podemos regresar. Una especie de templo sagrado de encuentro con nosotros mismos desprovisto de doctrinas y teorías. Es un benévolo espejo que nos muestra lo que somos con compasión.

El viajar lejos de mi hogar y saber que mi mayor tarea diaria era sentarme a meditar y a sentirme con grupo de cien personas en diferentes latitudes del mundo, era una tarea desafiante. Al contrario de lo que se piensa, el silencio no incita la quietud sino el movimiento, las compuertas de la mente empiezan a abrirse con la llave de la respiracioón y la quietud del cuerpo nos incita a hacer conciencia de cada pensamiento que ha estado guardado en la trasescena de nuestra vida.

Entonces los pensamientos empiezan a aparecer como notificaciones y enunciados que evocan emociones que aterrizan en nuestro cuerpo. Un cuello tenso, una columna poco flexible y uno que otro dolor. Y este ciclo de identificación y conciencia es lo que hace poderosa la meditación.

Un viaje gratuito a los confines de la mente para limpiarla. La meditación es sumergirse en una marea alta en la que confluyen todos los pensamientos incesantes para que los miremos de frente y los trascendamos. Salgo de este viaje iluminado de silencio con más esperanza y con más ganas de transformar el mundo. Sabiendo que somos más que guerras, odio, economías fluctuantes, desesperanza, y enfermedades que desatan pandemias.

No somos nuestros pensamientos, somos almas y conciencias confundidas desconectadas del corazón y sus cualidades. Y sí sentarnos y respirar profundo es parte de la búsqueda de preguntas y también de respuestas, porque allí en la pausa habitan el amor y la compasión que hemos olvidado.

A veces es necesario desconectar para conectarse. Hoy salgo del silencio y el mundo está igual, sólo que yo ya no soy la misma. No me siento más sabia pero si más humana y eso en un futuro delegado a la tecnología es lo que hará la diferencia. Los reto a silenciarse para encontrar su propia voz.

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