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ANALISTAS 11/06/2025

¿De qué nos habla la muerte?

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta

Escribo esta pregunta en las notas de mi celular en medio de unos días turbulentos en los que este mundo loco se siente palpitar fuerte en muchos rincones del planeta. Particularmente en Colombia, el lugar en el que muchos crecimos escuchando y presenciando historias de muerte y de violencia. Hoy nos doblega una sensación de impotencia, pero también llegan oleadas de rabia. La contundencia con que nuestro corazón reacciona a lo inesperado siempre se hará sentir con fuerza, más aún en las crisis que nos hacen ver que hemos perdido el rumbo.

Se despierta entonces un dolor colectivo cuando no hay razones válidas ni suficientes para explicar la muerte. Y más cuando la pregunta surge del querer entender la causa de tantas muertes insospechadas a las cuales no se les encuentra motivo. Hablo de esas muertes violentas que son la declaración explícita de la guerra y del perverso sin sentido de lo inhumano. Es entonces cuando se presenta ante nuestros ojos como un abismo en el que caemos todos al tiempo para cambiar a la fuerza nuestra mirada de la realidad. Porque en ese instante es cuando se despiertan nuestros más íntimos miedos. Se aviva un dolor de pensar el antes y el después de ese oscuro umbral que desconocemos y que todos tendremos que cruzar.

Puede sonar poética esta reflexión, pero la muerte es algo que se piensa con profundidad desde la vida misma como una frontera que todos tendremos que atravesar. Un opuesto más de la naturaleza que nos enseña el contraste entre la luz y la total oscuridad. La diferencia la marca sin duda cómo llegaremos a ella, por una fortuita enfermedad que nunca entenderemos, por un accidente del que culparemos a la suerte o por un atentado intencional el día que alguien decidió jugar a ser Dios o demonio con nosotros. Lo cierto es que en esta película que se llama muerte todos entramos en escena en diferentes momentos, el llamado nunca será con antelación sino en el instante preciso en el que nuestra pequeña órbita existencial deje de girar.

¿Es entones la muerte una realidad universal o un perverso recurso humano de maldad y exterminio? Diría que ambigua la respuesta, la muerte no nos manda invitación y cae de repente en la casa del vecino, toca la puerta a un familiar, invade las comunidades de gente en zonas de conflicto, atropella a un transeúnte casual, visita a una persona que enferma, ataca a un político en una multitud. La muerte se cuela en tantos lugares como personas existen, para recordarnos el valor de estar vivos. No existe sin nosotros pues lo irónico es que le damos su poder con cada respiro: para morir solo se necesita estar vivo.

De lo que nos habla la muerte o la amenaza de ella, es de la necesidad de despertarnos de una pesadilla en la que hijos se quedan sin madres, naciones sin líderes, colegios sin niños, bandas sin cantantes, libros sin escritores, en fin, se silencian voces y todos lloramos ausencias, nos quedamos incompletos. Lo que hoy nos duele es la amenaza de la muerte de un líder, pero también la suma de muertes acumuladas que aún están en nuestra memoria y que ya no caben en el corazón. Y esas muertes son una nube negra y densa que nos dejan sin aliento pues no sabemos hacerles duelo, nadie nunca nos ha enseñado. Y lo que duele es saber que somos finitos, que la impermanencia es una realidad inevitable. Y mientras escribo y le consulto a mis lectores de qué les habla la muerte, las respuestas me hacen asumir al unísono este duelo:

-“La muerte habla de la vida y de su fragilidad. Dice que sin ella nada tendría valor, nada sería urgente.”
-“La muerte nos habla de transformación”.
-“La muerte nos habla de reflexión, de memorias, de aprendizajes, de entregar. También de transitar un duelo...”

Y a medida que compartimos respuestas enlazamos nuestras visiones en una reflexión colectiva que puede ayudarnos a comprender lo inexplicable y hablarle al dolor desde otro lugar diferente a la rabia y al odio. Las palabras de consuelo se convierten en ese hilo invisible de humanidad que puede abrazar nuestro miedo. Curar los dolores y las heridas colectivas es una responsabilidad social en la que cada persona y estamento tiene su responsabilidad. La muerte nos habla de la necesidad de que las muertes repentinas y premeditadas, así como los atentados, sean investigadas y penalizadas por un sistema judicial que funcione.

La muerte nos habla de la importancia de reflexionar sobre nuestro lenguaje y visión del mundo y de la vida. Nos invita a abrir nuestro corazón para buscar en él la sabiduría para transitar el dolor, honrar la vida y vivir a plenitud cada cuenta regresiva. La muerte o la idea de esta, nos habla y nos duele y en eso radica su misterio. Porque nos rompe por dentro pero también debería hacernos más sabios y más fuertes. Es nuestro destino final y lo que debería humanizarnos. Un abrazo a este duelo colectivo de sentirnos amenazados por la muerte.

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