.
Analistas 15/01/2025

De la tibieza a la complicidad

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

La decisión del gobierno de Gustavo Petro de mantener relaciones diplomáticas con Venezuela, puede ser una muestra de tibieza, indolencia, indiferencia, pero, en ultimas, válida. No le gusta a muchos, y me incluyo, porque resulta difícil entender cómo se establecen canales e intercambio con una dictadura cínica, que ya ni se sonroja cuando muestra su peor cara, que persigue a opositores, que asesina a jóvenes, que rompió familias y quebró empresas; sin embargo, en la lógica -no ideológica- de un gobierno pragmático, se puede presentar en la balanza que romper cualquier relación significaría desproteger a los colombianos que permanecen en Venezuela o privar de la reactivación económica a las poblaciones fronterizas. Ya para este punto, cuando Maduro además es un golpista, muchos quisiéramos contundencia, pero, está bien, nos resignaremos con la incompetencia.

Lo que es impresentable es el tono con el que el mandatario justifica la posición de Colombia y el relato que ha construido alrededor, allí ya no hay tibieza, sino total complicidad. Es inentendible como cada mensaje, tratando de explicar lo que ocurre en Venezuela, es asociado directamente a un efecto de las sanciones internacionales. Petro asegura permanentemente en su cuenta de X que “las elecciones en Venezuela no fueron libres al realizarse bajo el bloqueo económico que se convierte en una extorsión explícita” ¡Dios!, ¿cuánta distorsión hay en esa afirmación? ¿Cuánto desconocimiento? O más bien, ¿cuánta mala fe al contar la historia desde el lado equivocado?

La elecciones no fueron libres Presidente pero porque el chavismo controla todos los poderes, incluido el electoral; no fueron libres, porque la oposición no pudo inscribir la candidata que ganó las primarias; no fueron libres, porque hubo persecución y detención de decenas de opositores; no fueron libres porque la mayoría de venezolanos en el exterior no pudo inscribirse para votar; no fueron libres porque no hubo veedores electorales, y ojo, al único que dejaron entrar, el Centro Carter, certificó que Maduro, pese a su aparato opresor, fue el perdedor.

Señalar que por el “bloqueo” -que en realidad son sanciones de EE.UU. y la UE frente a la sistemática violación de DD.HH.- no hubo elecciones libres, es liberar de toda culpa al régimen. Tanto como decir que un feminicida asesinó a su expareja porque el sistema le cerró todas las puertas: el Icbf le quitó la custodia de sus hijos, de la empresa lo sacaron por mal ambiente laboral y en la siguiente no lo quisieron contratar, no le aprobaron un préstamo o se quedó sin amigos. Mejor dicho, en ese orden de ideas: ¿no es culpa del asesino sino de todo y todos los demás? De ahí a la tesis de que la culpa de una violación es de la mujer que vestía una minifalda, hay un solo paso.

El cierre de toda esta historia está en la decisión de presentar al embajador de Colombia en la posesión de Maduro. Por un lado, el gobierno asegura que no reconocerá nuevo presidente sin las actas electorales, pero la presencia del diplomático en el oscuro acto protocolario es refrendario de la dictadura. Si no se atreve a cortar relaciones al menos nos hubiera ahorrado el ridículo internacional con un embajador que al sonreír y saludar asintió a la dictadura, ¡ahora seremos cómplices de cada preso, muerto o expatriado!

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA