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Analistas 18/06/2018

Turismofobia

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

La turismofobia es una realidad y ya casi no existe un foro o congreso de turismo en Europa que no aborde el asunto. Es materia de estudios universitarios, de planes de Gobierno, de planificación y gestión, de temores, sanciones y advertencias. Para Colombia es un campanazo de alerta para proteger nuestros destinos y proyectar el desarrollo con planificación, evitar el caos y la repulsa contra los visitantes.

Entendida como animadversión al turismo masificado que afecta a los anfitriones -sus relaciones, sus propiedades, su entorno, su vida-, esta fobia no necesariamente es sinónimo de agresión, pero es un rechazo, al fin y al cabo, al impacto que el asunto tiene en el tejido comercial y social de determinados barrios o ciudades.

En las ciudades europeas donde se registran los casos más sonados de turismofobia se han tomado algunas cartas en el asunto, que procuran guiar al turista y advertir a los prestadores de servicios a través de recomendaciones y que obligaron a regular, restringir y ordenar.

En Venecia, por ejemplo, se instalaron puertas giratorias en puntos de entrada en zonas atestadas de turistas que se destraban cuando el volumen de personas disminuye. Se trata de una ciudad cuya población en el casco antiguo es de unas 150.000 personas, mientras que anualmente recibe hasta treinta millones.

El turismo de masa en la zona del norte italiano conocida como las “Cinque Terre” (Las Cinco Tierras), obligó recientemente a poner un límite de 5.000 personas que puedan caminar por sus senderos, lo que se controla con sensores que permiten cerrar los accesos cuando se alcanza esa cifra.

El diario británico The Independent incluyó a Barcelona entre las ocho ciudades que más odian a los turistas y en la exitosa serie televisada Merlí, que recientemente internacionalizó Netflix, no son pocas las ocasiones en que su protagonista, el profesor Merlí Bergaron, carga contra los turistas y les culpa de encarecer los alquileres al punto de expulsar a oriundos barceloneses imposibilitados de pagar los nuevos cánones.

La anarquía turística tiene consecuencias y por ello resulta provechoso conocer las experiencias en los destinos congestionados y sensibilizar a las comunidades locales. La población estadounidense de Vail (Colorado), con apenas 5.000 habitantes, lleva dos años convirtiendo un turismo de más de 1,8 millones de visitantes en un programa sostenible para el lugar.

Se educa al turista para que respete el espacio público, se invierten los beneficios para que sus conciudadanos disfruten de una mejor calidad de vida, se ha dotado a la población con caminos para bicicletas por toda la región, con unos servicios de limpieza que hacen ver el pueblo como un gran museo.

Los réditos del turismo deben estimular la tecnología, generar rutas alternativas para aliviar la masificación, crear empleo local, estimular el desarrollo. Y un cumplimiento, por convicción, de las normas generales, para evitar el desorden, el ruido, la anarquía, los excesos y los abusos. En resumen, un turismo de calidad y políticas que estimulen la convivencia entre residentes y visitantes, con normas claras para todos y con retribución para los anfitriones.

No se desconoce que el turismo es clave para la economía y para hacerlo sustentable se deben adoptar medidas, porque no es cuestión de atraer turistas y ya, sino también lograr que esta actividad sea sostenible.

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