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Analistas 08/06/2021

El poder de la confianza

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Para un pueblo como el colombiano que durante su historia republicana ha sufrido violencia guerrillera, del narcotráfico, del paramilitarismo y la delincuencia común organizada, con una sociedad inequitativa, buena parte de ella en la pobreza, cuesta imaginar que se puedan reestablecer los canales de confianza necesarios para una reconciliación nacional. Pero hay que lograrlo.
Hemos tenido varias oportunidades para alcanzar una unión nacional y siempre nos ha faltado el suficiente consenso político para conseguirlo, debido a los intereses particulares y a los radicalismos ideológicos. Si alguna de esas iniciativas hubiese prosperado se habría estimulado un diálogo social, una reconciliación y una agenda nacional por el bien común. No fue así, ni tampoco es hora de llorar sobre la leche derramada.

No obstante, tenemos una lección aprendida, y es que para apaciguar la actual agitación social que hoy tiene bloqueado al país necesitamos mucho más que unos acuerdos coyunturales, requerimos reestablecer la confianza, trabajar todos por ese proyecto colectivo, dejar de lado las pasiones, enfocarnos en la construcción de una agenda sostenible, viable y de largo plazo.

Debemos comprometernos, todos, a actuar con honestidad para reforzar la credibilidad, valorar los esfuerzos para enaltecer los procesos, facilitar la aproximación sin prevenciones, poco a poco, para evitar que las prisas lleven a un paso en falso, tener la garantía de la promesa cumplida y eliminar las excusas.

Y como lo perfecto es enemigo de lo bueno es preferible un acuerdo mejorable en tiempo razonable que perderse en los vericuetos de la frágil perfección. La autenticidad (con sus cosas buenas y malas) evita dobles lecturas y malas interpretaciones. Tenemos que mostrar generosidad sin esperar nada personal a cambio, comprometernos con el interés general, por la prosperidad nacional.

Como parte del ejercicio habría que rescatar la cultura ciudadana del exalcalde Antanas Mockus, quien desarrolló una política fundamentada en el cambio de malos hábitos, el cumplimiento de reglas mínimas compartidas con sentido de pertenencia, que facilitaran la convivencia urbana, condujeran al respeto por los demás y al cuidado del patrimonio público, con una convivencia orientada hacia el respeto y los principios.

No hubo continuidad, lamentablemente, pese a los esfuerzos aislados de sus sucesores, y lo que estuvo a punto de ser un caso de éxito se diluyó con el tiempo por la falta de liderazgos constructivos, pese a que son asuntos simples como respetar las cebras peatonales, los lugares de estacionamiento, separar y reciclar las basuras, pagar los impuestos, fomentar la participación ciudadana, denunciar la corrupción, entre otras.

Como en el juego de la pirinola es vital que todos pongan, porque todos pueden, sin esperar a que otros lo hagan para hacerlo. La situación actual nos muestra que existen condiciones para ello. Los políticos, los empresarios, los sindicatos, los líderes sociales, todos aquellos que tengan alguna influencia constructiva en las comunidades, tienen la oportunidad (y el deber) de actuar con valor y honestidad para construir confianza, incentivar el dialogo, ser garantes de que se cumpla lo acordado y comenzar a establecer una agenda común sólida y duradera que nos lleve por el sendero del crecimiento sostenible, siempre sobre el poder de la confianza.

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