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Analistas 16/12/2019

Diálogo interno empresarial

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Llevamos años en Colombia con la discusión de que la mayoría de nuestras empresas se quedó con los modelos del siglo pasado, tanto en sus sistemas de producción como los gerenciales y de pensamiento, satisfechas con el consumo interno que ha tenido relativo buen desempeño por décadas, y sin incorporar nuevas tecnologías y con cierta resistencia a exportar.

Ya no hay excusa para la evolución porque estamos frente a una realidad diferente, a la economía del compartir y, como lo explicó el economista estadounidense Jeremy Rifkin, pasando de la propiedad al acceso, de los mercados a las redes, de los vendedores y compradores a proveedores y usuarios, de productividad a regeneración, de externalidades a circularidad, del PIB a indicadores de calidad de vida.

Estamos frente a cambios sustanciales con la automatización de los sistemas productivos, la inteligencia artificial y las enormes posibilidades digitales que facilitan el trabajo de todos, pero que plantea grandes desafíos en las relaciones laborales y en la interacción con la sociedad.

Y mientras el mundo se ajusta, las nuevas generaciones plantean sus propias reivindicaciones: quieren un mundo sostenible, con una educación pertinente, energías limpias, equidad en la redistribución de la riqueza y acceso a las oportunidades. Las empresas están llamadas a cumplir un rol determinante en ese proceso.

Curiosamente, recientes encuestas revelan que la percepción sobre las empresas ha desmejorado y en lugar de ser percibidas como generadoras de riqueza, empleo y desarrollo, son vistas como entidades egocéntricas, indiferentes a la dignidad humana. Y la verdad es que no es así. Llevo muchos años trabajando con empresas de todos los tamaños y puedo dar fe de una evolución interna respecto al valor humano. Habrá que hacer para divulgarlo mejor.

También es cierto que las empresas deben hacer mayores esfuerzos en el desarrollo de las comunidades, pasar de la Responsabilidad Social Empresarial -algunas veces etérea y otras invisible- a una proximidad con transparencia y que estimule el sentido de pertenencia. O como dijo el empresario Mario Hernández a propósito de las manifestaciones de protesta en Colombia: “el sector privado está obligado a pellizcarse y entender lo que pasa, para que no lo deje el tren”.

La Misión Internacional de Sabios presentó una serie de recomendaciones para los próximos 25 años y llamó la atención sobre la convergencia que obliga a asimilar una explosión tecnológica, evitar la prolongación de los conflictos internos e intervenir el sistema educativo, en una Colombia productiva y competitiva. Cambiar el concepto de economía circular, que sigue concentrando la riqueza, por el de bienestar colectivo circular que permita una distribución del ingreso más equitativa.

Las empresas son indispensables para el desarrollo de un país y deben fortalecerse con la generación de un diálogo interno, evolucionar su relación con los empleados y su comunidad, reconfigurar su estrategia productiva con relación a los intereses colectivos y lograr una mejor redistribución de beneficios. Hoy nuestra sociedad está viendo cambios y mejoras en sus ingresos, pero que no van de la mano con el bienestar para su día a día. Bienestar que va desde la certeza sobre su futuro laboral con empleo digno, salud, educación de calidad hasta un transporte eficiente y un traslado seguro.

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