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Analistas 22/04/2020

Coronavirus, preservación y turismo

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Frente al dilema presentado entre restringir la movilidad de las personas y a la vez hacer lo posible para evitar una catástrofe en el sistema productivo, se me vino a la mente, guardadas las proporciones, la vieja discusión sobre la conveniencia de alejar el turismo de los territorios nacionales protegidos, como si fuera lo uno o lo otro. El asunto es de sostenibilidad, porque sin economía no hay desarrollo.

Hay que producir para vivir, como administrar bien para cuidar y preservar. El coronavirus nos enseñó que, en un mundo interconectado, en un ambiente deteriorado y sobreexplotado, somos frágiles, pero debemos proveernos para sostener la economía. El asunto es cómo hacerlo con equilibrio, prudencia y responsabilidad.

No podemos quedarnos para siempre en cuarentena, ni el esfuerzo que está haciendo el Gobierno Nacional o el sacrificio de miles de empresas para sostener sus nóminas puede ser indefinido. En poco tiempo se acabarán los recursos, la industria se podría ir a la quiebra con un impacto social de enormes proporciones.

Estamos de acuerdo en la importancia de conservar los recursos naturales, defender las áreas protegidas y revertir el daño ambiental y con toda certeza el turismo sostenible cuenta con la capacidad necesaria y las herramientas indispensables para contribuir a esa preservación.

No se puede dar por sentado que el turismo es depredador, por el contrario, en la mayoría de las veces surge como garante de la conservación, permite vigilar, regular, obtener recursos, garantizar los ecosistemas, generar empleo, preservar las culturas ancestrales y el patrimonio histórico.

Desde que Harry Truman incorporó el concepto de sostenibilidad en 1949, después de la segunda guerra mundial, cuando hizo un discurso sobre el “trato justo” como componente esencial para resolver los problemas de las áreas subdesarrolladas, o cuando se creó la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente en 1983, o cuando en 1987 la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente expuso el concepto de desarrollo sostenible, la preocupación global ha sido creciente.

En 1992 se celebró en Río de Janeiro (Brasil) la Primera Cumbre de la Tierra, 178 gobiernos adoptaron el concepto de Desarrollo Sostenible, tras lo cual se celebraron 25 conferencias, entre las que destacó la Cumbre de 2015, en Nueva York, donde se proclamó la Agenda 2030 con una carta de navegación muy concreta.

En 1994 el Programa de Naciones Unidas por el Medio Ambiente (PNUMA) estableció las directrices generales para un turismo respetuoso con los recursos naturales en la "Guía para un turismo ambientalmente responsable" y también se adoptó la "Carta Mundial del Turismo Sostenible”.

Los instrumentos para un desarrollo sostenible están enunciados, y aunque siguen siendo apenas acciones aisladas de buenas intenciones, en la última década ha aumentado de forma notable la conciencia colectiva sobre el deterioro ambiental y sus efectos. El cambio climático tiene consecuencias muy reales en la vida de las personas, en las economías nacionales y tendrá un costo muy alto si no se actúa de forma inmediata.

Durante la cuarentena mundial los medios de comunicación han publicado curiosas fotografías de animales salvajes por calles asfaltadas, los cartageneros y los samarios volvieron a ver en sus bahías los delfines saltando las olas marinas sin ser fastidiados por los motores de los barcos ni las hélices de las lanchas, mientras las grandes ciudades han visto descender los niveles de contaminación ambiental y sonora.

También ha servido para cuestionarnos los modelos de desarrollo, las formas de vida y para hacernos muchas preguntas: ¿Cuáles son los retos que tenemos como sociedad para lograr el desarrollo sostenible y mitigar las acciones que atenten contra el medio ambiente? ¿cómo los priorizamos? ¿Cómo lograr integrarlos en el desarrollo del turismo? ¿Cuáles son las variables más importantes a trabajar para avanzar en un turismo sostenible y así lograr una complementación entre preservación y un turismo de larga vida?

Primero debemos conocer bien las amenazas:

· Cambio climático: con un aumento desmesurado de la frecuencia e intensidad de eventos naturales como sequías, incendios forestales, oleadas de calor, tormentas, ciclones tropicales y huracanes.

· Extinción de especies y pérdida de biodiversidad: la pérdida de biodiversidad acelera la extinción de especies y afecta la economía global. Según la Universidad de Wisconsin-Eau Claire, la agricultura intensiva, la pesca insostenible, la caza furtiva de vida silvestre, la degradación y destrucción del hábitat, la lluvia ácida y el cambio climático amenazan a miles de especies.

· Contaminación del aire y del agua: herencia del desarrollo industrial del siglo pasado. El 92% de la población mundial vive en áreas con aire contaminado que causa el 11.6% de las muertes, según la OMS. El Informe de Riesgos Globales señala que la contaminación plástica es tan grande que los microplásticos se encuentran en el 83% del agua de grifo de todo el mundo.

· La escasez de agua: Aunque la superficie de la tierra está cubierta en un 70% por agua, solo el 2.5% es dulce y su escasez se debe a un excesivo descuido. Se calcula una pérdida de agua de hasta el 80% en países en desarrollo y emergentes.

· Drenaje de recursos naturales: al margen del crecimiento poblacional hay que enfocar la producción hacia elementos esenciales y restringir la utilización de recursos naturales para fabricar productos superfluos o que se vuelven contaminantes en su transformación.

· La deforestación: conduce a la pérdida de biomasa, de las especies y de los hábitats. Los árboles absorben dióxido de carbono. Una región que pierde su biodiversidad se erosiona.

· Degradación del suelo: Se calcula que un tercio del suelo mundial está degradado. American Scientist señala que se necesitan 1.000 años para formar 3 cm de tierra vegetal.

La meta es reducir las emisiones de dióxido de carbono a cero en 2050. Para lograrlo y para construir un turismo sostenible tenemos que avanzar rápidamente en los siguientes aspectos:

· Producción de energía (25% de las emisiones de gases de efecto invernadero de 2010): la quema de carbón, gas natural y petróleo para generar electricidad y calor son la mayor fuente de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

· Industria (21%): la industria utiliza principalmente combustibles fósiles y produce residuos tóxicos en procesos de transformación química, metalúrgica y mineral.

· Agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (24%): provienen principalmente de las prácticas agropecuarias. Ese porcentaje no incluye el CO2 que los ecosistemas eliminan de la atmósfera mediante el secuestro de carbono en la biomasa, la materia orgánica muerta y los suelos, que compensan aproximadamente el 20% de las emisiones de este sector.

· Transporte (14%): involucran principalmente combustibles fósiles quemados para el transporte por carretera, ferrocarril, aéreo y marítimo. El 95% de la energía del transporte mundial proviene de combustibles derivados del petróleo, principalmente gasolina y diésel.

· Edificios (6%): las emisiones de gases de efecto invernadero de este sector surgen de la generación de energía in situ y la quema de combustibles para calentar edificios o cocinar en hogares.

Y los gobiernos, las empresas y las personas debemos procurar las siguientes acciones, que apenas enumero, porque cada una de ellas alcanzaría para un tratado.

1. Uso adecuado de la energía e implementación de energías renovables

2. Reducir el desperdicio del agua.

3. Avanzar en la complementación del uso de plástico de un solo uso e ir eliminando elementos tóxicos.

4. Infraestructura verde, priorizando los trenes eléctricos y el transporte urbano con bajas emisiones.

5. Uso apropiado y expansivo de la tecnología, inteligencia artificial e innovación.

6. Buena gestión del patrimonio nacional, promoción de la integridad cultural y de los valores.

7. Desarrollo de emprendimientos y asociatividad empresarial.

8. Protección de la biodiversidad, equilibrio ecológico y entornos de bienestar.

9. Agricultura orgánica, diversificación en la alimentación y equilibrar la expansión de ganados.

10. Provisión de instrumentos económicos que fomenten la transición a la sostenibilidad, articulación de políticas e integración de las regiones.

La pandemia nos ha dado un grito de alerta y el turismo, que ha sido la industria con las mayores pérdidas en esta coyuntura, surge como un salvavidas para la Humanidad, siempre y cuando adopte para siempre el concepto de sostenible.

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