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Analistas 14/08/2014

Hora de alzar la mano

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes
La República Más
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En las dos últimas décadas la deuda externa de los colombianos medida en dólares ha crecido cerca de 250%. Si en 1995 le debíamos al resto del mundo 26.000 millones de dólares ahora le debemos más de  94.000 millones. Al incremento han contribuido de manera pareja el sector privado y el público. Un aumento de esa magnitud en sólo 20 años debería disparar las alarmas: los excesos en endeudamientos en moneda extranjera han estado detrás de buena parte de los desastres macroeconómicos de la historia reciente. Pero en Colombia, en lugar de ver luces encendidas, hemos estado recibiendo elogios de fuentes diversas que van desde las multilaterales hasta las calificadoras de riesgo. Nadie en tiempos recientes ha alzado la mano para sugerir que el creciente endeudamiento es preocupante. ¿Lo es? Sí y no. Me explico.

Una primera métrica para analizar si el crecimiento en la deuda de alguien es preocupante o no, es mirarla en relación a los ingresos del deudor. Si éste es un país, los ingresos los asociamos al PIB. Una razón por la cual nadie ha alzado la mano para señalar que ese endeudamiento es peligroso es que como porcentaje el PIB nuestra deuda externa está exactamente en el mismo nivel de hace dos décadas: 24%. ¿Quiere eso decir que el PIB nuestro ha crecido 250% en 20 años? No precisamente. Si bien en moneda local nuestra economía casi se ha duplicado en esos años, el resto del efecto es sencillamente la magia de la revaluación del peso. Puesto en dólares, nuestra economía ha crecido a la par con la deuda externa. Bajo la  métrica de “deuda como porcentaje del PIB” no hay señales de alarma. 

Hay además dos buenas noticias si comparamos 1995 con 2014. Por un lado, ahora el colchón que tenemos para responder en caso de que lleguen las vacas flacas es sustancialmente más mullido. En efecto, las reservas internacionales cubrían en 1995 cerca de la tercera parte de nuestras obligaciones externas mientras que ahora alcanzarían para respaldar la mitad de éstas. La segunda buena noticia es que a mediados de los noventas más de la quinta parte de la deuda externa era de corto plazo y  ahora esa estadística apenas llega a 13%. Total, los plazos son más largos y tenemos más munición en caso de que las cosas se descarrilen. 

La mala noticia es que un buen pedazo de la estabilidad de la deuda como porcentaje de los ingresos se debe a la magia de la revaluación. Si ese truco desapareciera o se evaporara parcialmente la estadística dejaría de verse color rosa. Al desglosar el dolor del potencial golpe, los que más sufrirían serían aquellos deudores que tengan un descalce cambiario-deudas en dólares con activos e ingresos en pesos. 

El gobierno posiblemente no haría parte de los descalzados pues si hubiera un golpe a la tasa de cambio, sus ingresos mineros crecerían a la par con la devaluación. Del sector privado y sus potenciales descalces cambiarios sabemos menos. Seguro habrá algunos sin zapatos. Eso sería aún más preocupante en la medida en que los descalces sean del sector financiero (cabe recordar que un motor de la crisis asiática de 1997 fue la deuda externa del sector financiero). Lo preocupante es que la deuda externa del sector financiero colombiano representa un porcentaje relevante del total y que ha crecido mucho más que la pública o la privada no financiera. En efecto, de los 40.000 millones de dólares de deuda privada en Colombia, la tercera parte son obligaciones contraídas por el sector financiero y su aumento desde 1995 es de 377%. Hora de alzar la mano. 

@mahofste

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