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En 1994 Eric Hobsbawm, el famoso historiador marxista británico, publicó la Historia del Siglo XX, un fascinante recorrido por los acontecimientos mundiales de ese periodo. Al siglo XX lo llamó el siglo corto. Bajo su prisma, el siglo cobró forma tras la revolución rusa de 1917 y se desmoronó a finales de los ochenta y principios de los noventa con la caída del Muro de Berlín, la Cortina de Hierro y la disolución de la Unión Soviética.
La historia universal de ese siglo corto la cuenta Hobsbawm en cerca de 600 páginas y comprende muchos rincones del mundo. Su visión de historiador marxista queda en evidencia: Marx es mencionado 146 veces; Adam Smith y Milton Friedman reciben atención en siete ocasiones cada uno. El peso de Estados Unidos en la historia del siglo XX es apabullante: 477 menciones contra 189 de Rusia y 131 de la Unión Soviética. El subconsciente de Hobsbawm admite en esa estadística el triunfo de la democracia liberal sobre el comunismo. Colombia recibe a lo largo del texto 18 menciones, ocho en la segunda mitad del siglo XX; son muy ilustrativas de lo que ve en nuestro país un historiador forzado a recoger la esencia de nuestra historia en la aldea mundial.
De esas ocho miradas específicas a Colombia sólo tres no tienen que ver con guerrilla, conflicto o drogas. Dos de esas tres menciones se refieren a cambios en los patrones de producción: uno destaca la caída en el porcentaje de la población campesina y otro anota a Colombia entre una docena de países con procesos de industrialización fuertes durante la segunda mitad del siglo XX. La tercera echa mano de Gabo para aludir a la persistencia de las creencias partidistas entre los colombianos.
Las restantes cinco ocasiones en que Hobsbawm mira a Colombia son poco halagadoras. Vuelve a citar a Gabriel García Márquez, pero el piropo a Cien Años de Soledad sirve para resaltar otro aspecto por el que merecemos páginas en los libros de historia universal: “La novela que fue inmediatamente reconocida en el mundo entero como una obra maestra vino de Colombia, un país que la mayoría de la gente instruida del mundo desarrollado tenía problemas para ubicar en el mapa antes de que se identificara con la cocaína”.
Luego Hobsbawm hace alusión a la conquista campesina de baldíos pero la adorna como una buena base para los movimientos guerrilleros. Menciona la frontera amazónica colombiana como un lugar estratégico para la producción de cocaína y su convivencia con la guerrilla de las Farc. Repasa los fracasos de la lucha guerrillera latinoamericana resaltando lo excepcionales que resultan en ese contexto las Farc y destaca el apoyo que recibió la lucha guerrillera por parte de una conferencia episcopal llevada a cabo en Colombia en 1968, que dio impulso a “la teología de la liberación”, mezcla de catolicismo, marxismo e insurrección.
El siglo corto que terminó hace 25 años en el resto del mundo no ha terminado en Colombia. Pero en menos de un mes estará en nuestras manos terminar nuestro siglo largo. Quizás por fin ha llegado el momento de la utopía a la que se refería Gabo en su discurso de aceptación del Nobel: “Una … utopía… donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.