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Analistas 25/07/2017

Reforma migratoria

Marc Eichmann
Profesor MBA Universidad de los Andes
Analista LR
La República Más

Nunca Colombia había estado expuesta a una situación similar a la que estamos viviendo con Venezuela. La dictadura chavista, además de destrozar el aparato productivo y monopolizar las divisas y el bienestar entre los amigos cercanos del régimen, ha provocado un verdadero fenómeno de cerebros fugados, venezolanos valientes, calificados y educados que emigran de su país buscando un mejor futuro.
En el pasado, Colombia solo había estado expuesta a fenómenos migratorios externos incipientes desde Ecuador, limitados al departamento de Nariño. Nunca las calles de nuestras ciudades habían estado transitadas por foráneos como lo hacen hoy los venezolanos que huyen del régimen déspota de Nicolás Maduro. Así pues, ante este fenómeno novedoso, Colombia no tiene un marco legal diseñado para acoger a nuestros vecinos, que durante tantas décadas acogieron a nuestros compatriotas.
El principal problema de los inmigrantes en Colombia es que no pueden conseguir permisos de trabajo que les permitan ejercer su profesión. Muchos de ellos, que llegan con diplomas universitarios y experiencia laboral valiosa terminan empleándose como meseros, mensajeros de Rappi o labores en las cuales no pueden utilizar sus habilidades a cabalidad. En los Santanderes, las autoridades están, entre otras, haciendo visitas periódicas a las obras ejecutadas por las constructoras para revisar que no estén trabajando extranjeros que no tengan autorización legal, en parte, para proteger los puestos de trabajo de los colombianos, y en parte, para limitar el riesgo de que los exploten con salarios de hambre.
Estas preocupaciones de las autoridades están, sin embargo, mal enfocadas. Muchos países desarrollados, conscientes de la importancia de tener mano de obra calificada, en vez de perseguir a los migrantes que buscan nuevas oportunidades, buscan atraerlos por el aire fresco que traen al aparato productivo. La legislación de países como Canadá y Australia, entre otros, es atractiva a los migrantes calificados, y sus gobiernos la acompañan con estrategias de mercadeo agresivas para atraer talento desde el extranjero.
Los países desarrollados mencionados entienden que atraer mano de obra calificada, no solo impulsa la economía, sino que permite la creación de clusters de empresas que benefician el empleo de calidad de todos los colombianos. Como en los centros comerciales, donde abrir la puerta a más competidores no disminuye las ventas del comercio actual, la mano de obra calificada que llegue desde Venezuela crea más empleos de calidad en vez de sustituir el empleo de los colombianos.
El éxito de estas estrategias ya está probado en Colombia con la creación de Pacific Rubiales por parte de expertos venezolanos en exploración de petróleo. Independientemente del resultado final de la empresa en Colombia, el sector petrolero se vio impulsado sobremanera por la actividad de la petrolera, trayendo bienestar a todos los colombianos.
Ya es hora de que el Congreso, en vez de tramitar leyes populistas, se dedique a crear un marco legal migratorio que, además de necesario desde un punto de vista ético y humanitario, ayude a sacar del atolladero la economía nacional. Un impulso a una ley migratoria desde el gobierno Santos, aparentemente tan preocupado por la situación de nuestro vecino, demostraría que sus intenciones no solo son de titulares de prensa, sino de estadista.

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