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Analistas 15/03/2023

El hijo del ejecutivo

Nicolás Petro ha sido negado por su padre, como Pedro negó a Jesús. “No lo crie”, dijo el presidente en una bíblica lavada de manos, cuando la prensa le cuestionó las andanzas de su hijo. Y luego se explayó en la historia de clandestinidad y subterfugios que lo llevaron a abandonar al crio cuando, como Michín, el hoy primer mandatorio se volvió pateta.

En consecuencia, todo lo que pasó después ha sido culpa de la mala crianza de la mamá.

La operación de control de daños iniciada desde la presidencia después del huracán Daysuris tiene todos los elementos de la metodología narrativa del petrismo: desvío de la atención, imputación de responsabilidades a terceros y colocación del caudillo en una posición de víctima.

Puede que les funcione. El presidente es un maestro en la creación de lo que Trump llamaría “hechos alternativos”. Ahora resulta que Nicolás vino a conocer a su padre -o el padre vino a conocer a Nicolás- media hora antes de que la revista Semana publicara la bomba periodística que puso a temblar los cimientos del gobierno. Y que los valores ciudadanos y civiles con los cuales se ha levantado el resto de la familia presidencial, estos sí amparados por la tutela impoluta del hoy presidente, son de la más alta factura.

Sin embargo, echarle la culpa de todo lo acaecido con este buen muchacho a la madre soltera, mientras el papá se iba a jugar al Che Guevara, no parece una movida muy táctica en un país donde 54% de las mamás tienen esa condición. Estas, probablemente, no encontrarán en las fantasías revolucionarias de un pequeño burgués zipaquireño excusa suficiente para abandonar a un bebé.

Pero, además, pretender que el joven Nicolás apareció de la noche a la mañana en la armoniosa vida de la familia presidencial es inverosímil. “La primera imagen que tengo de mi niñez fue al lado de mi papá en una manifestación”, dijo el primogénito en una entrevista hace no mucho, “tenía 5 o 6 años…él me tenía agarrado de la mano y estaba la plaza llena”.

Durante los últimos tiempos Petro Burgos ha sido el operador principal de la Colombia Humana en la Costa Atlántica y su cabeza más visible. Para las próximas elecciones iba por los premios mayores, buscando asegurar varias gobernaciones y alcaldías en las capitales costeñas en alianza con importantes caciques regionales. De no ser por las revelaciones de la primera yerna, el gobierno con seguridad se hubiera apuntado políticamente los éxitos electorales del hijo del ejecutivo. Quizás aún lo haga.

El maniqueísmo del régimen petrista resulta prodigioso. Toda una carrera política edificada sobre denuncias a las mafias y a las elites para acabar comportándose exactamente igual que esas mismas mafias y élites que se decían combatir.

En todo caso, la maniobra negacionista deja un sinsabor. Le recuerda a uno las fotos de los comisarios del pueblo soviéticos que mientras gozaban de las simpatizas de Stalin aparecían sonrientes en las fotos oficiales y cuando caían en desgracia y acababan en el gulag sus imágenes eran cuidadosamente aerografiadas para borrar cualquier recuerdo de su existencia.

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