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Analistas 06/03/2024

El colapso moral de Israel

A estas alturas, ya casi nadie se acuerda que los terroristas de Hamás asesinaron a 1.200 personas, en un ataque sin ningún tipo de provocación ocurrido el pasado 7 de octubre, y que tienen en estos momentos secuestrados a 137 rehenes.

La disociación cognitiva se debe en muy buena medida a la brutal retaliación que ha realizado Israel para castigar el acto. Han sido meses enteros de imágenes donde se muestran a las fuerzas de defensa israelí arrasando a Gaza, un conurbado que tiene una cuarta parte del área de Soacha y tres veces la población.

Los judíos dirán que era necesario. La doctrina de defensa que han implementado en las últimas décadas consiste, básicamente, en asumir que en un barrio de gañanes solo sobrevive el que es más gañán que demás. Algo de razón tienen: los árabes los han atacado una y otra vez, empezando en 1948 al día siguiente en que se declaró la independencia del Estado de Israel. Si no hubiera sido por la pericia militar israelí hace mucho rato los hubieran empujado al mar, como amenazaba en su momento Nasser.

El problema de esta lógica de matoneo es que resulta inconsistente con los valores que Israel dice representar, que son los valores occidentales o judeo-cristianos. Desde su creación, Israel se ha definido como una extensión de occidente en el Medio Oriente, con instituciones democráticas, cortes independientes, libertades civiles, etc. Es sobre estos pilares que ha intentado edificar su autoridad moral en una región que se caracteriza por la autocracia en todas sus vertientes.

Pero predicar sin el ejemplo no sirve. No basta llenarse la boca hablando del imperio de la ley y de la supremacía de los derechos humanos cuando se bombardean hospitales. Más aún, ahora les ha dado por desconocer olímpicamente las mismas disposiciones internacionales que dieron pie para la existencia del Estado judío. La colonización de los territorios palestinos justificados en anacrónicos apartes bíblicos, además de ridículas son una receta para el conflicto eterno.

En 2018 Colombia hizo bien en reconocer al Estado palestino. Esto es consistente con la posición histórica del país. En 1947 nos abstuvimos de votar la Resolución 181 que autorizó la partición y desde siempre hemos respaldado el establecimiento de dos estados independientes: Palestina e Israel.

Suponer que Israel saldrá fortalecido de la masacre que está realizando en Gaza -ya sea porque elimina a Hamás o porque impone terror reverencial- es un autoengaño. El Estado judío a diferencia, por ejemplo, de los al-Ásad en Siria, no se puede dar el lujo de fundamentar su autoridad en la violencia.

Muchas veces la fuerza no está en las armas (¿cuántas divisiones tiene el Papa?, solía preguntar Stalin) sino en la autoridad moral. Ese es el patrimonio más importante de las sociedades occidentales. Dilapidarlo en una operación de tierra arrasada para darle gusto a unos guerreristas ávidos de venganza y a unos fanáticos religiosos convencidos de que tienen un mandato divino para recuperar una tierra sagrada es, como diría alguna vez Talleyrand, más que un crimen, una estupidez.

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