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Analistas 06/02/2024

Volver a una República de la Ciencia

Luis Antonio Orozco
Ph.D Profesor Universidad Externado de Colombia

No es un secreto que MinCiencias ha carecido de capacidad y liderazgo. En 2020 arrancó con un presupuesto de $270.000 millones (30% menos que en 2019 cuando era departamento administrativo) y que el gobierno de Petro tasó recientemente en $257.202 millones. Al final quedó en casi $400.000 (22% menos frente al 2023) gracias a la presión de la comunidad científica. Sobre liderazgo, la entidad ha tenido cuatro ministros en tres años de funcionamiento, que lejos de ser dignos representantes de la comunidad científica y dar la talla, han sido cuestionados por falta de ética, gestión contractual y probidad.

Hoy imperan las lógicas del estado emprendedor de la asesora económica del gobierno, Mariana Mazzucato, y creo que su idea de compartir el riesgo entre sector público y privado le cala muy bien a un gobierno que recorta la inversión en ciencia, tal vez con la esperanza de que los privados asuman una responsabilidad al respecto.

Sin embargo, poco se discuten propuestas como la del economista Daron Acemoglu, que viene explicando en libros magistrales como ‘Why nations fail?’ o el reciente ‘Power and progress’ las claves del desarrollo. Una de estas claves, indica el profesor turco-americano, es que los países logren visiones compartidas de futuro. Y esto ocurre gracias a que existen élites entre las que se distribuye el poder, y emergen líderes que por sus realizaciones técnico-científicas son capaces de persuadir sobre una idea - una misión en términos de Mazzucato- y definir una agenda con pasos claros de ejecución. Y este es el gran problema que no advierte Mazzucato para Colombia y que sí detalla Acemoglu en su obra.

Sin ministros que gocen de reconocimiento y respeto por la comunidad a la que se deben, sin líderes con legitimidad, difícilmente podrán calar ideales en visiones colectivas donde todos ponen para un mejor futuro.

En 1962 Michael Polanyi propuso la existencia de una República de la Ciencia que explica nuestra tendencia a favorecer unos proyectos científicos y no otros de forma colegiada. No se seleccionan por sus orientaciones políticas o favorecimientos particulares, sino por su calidad y relevancia para avanzar el conocimiento sobre grandes preguntas de investigación. Los líderes de esa democracia son investigadores que han explorado nuevos horizontes y definen futuros posibles y dignos de ser alcanzados, inspirando a los demás por su esfuerzo intelectual y orientación moral.

El poder legítimo en la República de la Ciencia deviene de las contribuciones intelectuales de quienes han transformado realidades, de quienes han realizado grandes aportes a la ciencia global. Eso era la esencia de Colciencias desde su creación en 1968 con el liderazgo del Capitán Alberto Ospina, hasta 2002 donde empieza su decadencia.

No podemos seguir lamentando la creación de MinCiencias a costo cero ni su reducción presupuestal. MinCiencias requiere fortalecimiento intelectual y moral, con líderes auténticos de la ciencia y la academia, que sepan de administración y gestión de la investigación, que puedan aprovechar recursos escasos, trabajar con Asominciencias y la comunidad científica para ajustar abiertamente lo que es económicamente posible y avanzar hacia escenarios científicamente probables. Si este gobierno del cambio quiere dejar un legado en ciencia, es imperativo que en el susurrado cambio de ministros le dé una oportunidad a MinCiencias de iniciar un retorno a la República de la Ciencia.

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