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Analistas 12/03/2024

Necesitamos una nueva concepción de liderazgo para la sostenibilidad

Luis Antonio Orozco
Ph.D Profesor Universidad Externado de Colombia

En 1776 Adam Smith explicó la relación entre crecimiento económico y bienestar social. En 1987 la doctora Gro Brundtland en nombre de la ONU le sumó la conservación medioambiental con la idea de que vivir ahora no comprometa las condiciones de vida de las generaciones futuras. A esto le llamamos sostenibilidad, y no va a venir de quienes se adulan a sí mismos como líderes mesiánicos enviados para cambiar el rumbo de la humanidad. Nuestro máximo exponente se ve al frente de una etnia cósmica esparciendo el virus de la vida, con ánimo de perpetuarse para asegurar el cambio universal. ¿Estará convencido, en el sentido de Vasconcelos y su ensayo Raza cósmica de 1925, que los latinoamericanos, al ser una mezcla de africanos, asiáticos, europeos y amerindios, evolucionamos en la raza más pura, en “una estirpe humana que tendrá que reemplazar a todas las razas conocidas hasta la fecha”? ¿O su idea resulta de una megalomanía nencatacóica por coronarse regente intergaláctico? El caso de MinCiencias ejemplifica la exclusión del hombre blanco preparado para la ciencia, y de cómo su ministra Yesenia Olaya somete a trabajos forzados, con malos tratos y amenazas a los servidores públicos, evitando a Asominciencias e imponiendo su ideología de ‘extractivismo del conocimiento’ para cerrar el intercambio cultural con la ciencia global. No veo cómo con delirios de grandeza y desprecio por los demás se pueda liderar la transformación para la sostenibilidad.

Nuestra concepción tradicional de liderazgo gira en torno de grandes nombres, de Moisés a Gandhi, asociados a la transformación y el progreso de los pueblos. Han corrido mares de tinta detallando las características de próceres en la política, la industria y en ocasiones la ciencia, con la idea de brindar el santo grial para que todos seamos líderes emulando a Michelle Bachelet, Angela Merkel, Narendra Modi, Steve Jobs, Elon Musk o Katalin Karikó. Sin embargo, la sostenibilidad requiere de liderazgos colectivos más que de individualidades ungidas, en nuestro caso, con la iluminación del nepotismo despótico.

Para renovar nuestra concepción de liderazgo podemos aprovechar el conocimiento que investigadores como Carl Langebaek han desenterrado “poniéndose las botas (para) mirar lo que está por debajo del suelo”. En su obra Los Muiscas, la evidencia arqueológica devela un liderazgo comunitario donde, compartiendo los recursos del territorio, todos aportan a la convivencia. Los muiscas no eran una nación o sumatoria de pequeñas comunidades. Eran habitantes de un territorio de mucha diversidad socioecológica, con relaciones de complementariedad y alianzas donde se “daba sentido tanto a la semejanza como a la diferencia, y que se materializaba en actividades sociales concretas” para la renovación colectiva de la vida. Su noción de casa “implica la existencia de una entidad animada, y además estructura social jerárquica” sin “una élite privilegiada que controlara la economía.” El prestigio deviene de la generosidad, la capacidad de compartir, de motivar a todos para la tamsa, término chibcha asociado a los intercambios. Estos intercambios permitían la cohesión social y el control de los jefes, que no se perpetuaban en el poder para apropiarse del trabajo de otros con un sistema tributario para vivir sabroso. Necesitamos una nueva concepción de liderazgo fundada en el mutualismo intercultural para vernos como parte de un todo, donde cada pequeña acción, como ahorrar agua o no consumirla en plásticos, es un intercambio que contribuye a una transformación colectiva hacia la sostenibilidad.

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