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¡Qué desgracia una mala relación! Sobre todo cuando es con un jefe directo. De hecho, es una de las que más impacto tiene en la salud mental de cualquier persona. A Sandra Milena le pasó.
Ella que se forjó con la abundancia de esfuerzo, sacrificio, disciplina y escasez económica. Que logró salir del barrió humilde -donde se graduó de un colegio distrital - para vivir, trabajar, estudiar y manejar tres idiomas en otros países. No era una mujer “de cristal”.
Ella supo por casualidad que en Canadá, país en el que se radicó, existía una normativa para proteger a los empleados del Burnout. Pero fue gracias al que era su jefe que entendió su significado. Por casualidad, porque se encontró el término durante una de las clases nocturnas a las que asistía a la universidad. Gracias a su jefe, porque la había llevado al límite, la estaba destrozando y con la anuencia de la oficina de Recursos Humanos de la empresa. Era la primera vez que le ocurría algo similar en tantos años de experiencia laboral.
Su mantra siempre había sido el que tantos de nosotros repetimos con nuestra cotidianidad y que no nos parece inusual. Llegar temprano, trabajar hasta tarde -incluso los fines de semana-, asumir responsabilidades adicionales, comer mal y/o a las carreras y en definitiva, sacrificar el tiempo de calidad por el que tanto trabajamos para sentirnos más productivos. Para no correr el riesgo de quedarnos sin puesto, aunque para la lógica empresarial nadie nos obligue a hacerlo.
Su jefe tuvo un gran éxito en hacerla sentir triste, agotada y desvalorizada en tan solo seis meses. El tiempo que había transcurrido trabajando en ese grupo al que fue asignada por la empresa. Al que había llegado gracias a su disposición y actitud con el reconocimiento de top performer en su rol anterior. De nada le sirvió para sobrellevar la situación el aplicar lo que había leído de inhalar y exhalar mientras mentalmente se repetía “te perdono, te veo desde la luz” porque terminó aislada.
El jefe le dijo que no soportaba ni siquiera escuchar su voz, menos verla, y la envío a un cubículo en una zona abandonada de la oficina. Ella sintió que era un rechazo a algo en ella que ni sabía como cambiar.
Fue muy doloroso. Aún así, su chip “ser adulto significa atravesar esto y aguantarme porque es normal” seguía encendido y ella trabajando, hasta cuando asumió que ya había aprendido a vivir con poco y con eso era suficiente para ir por su sueño: ser coach.
Ingeniera de profesión en Colombia, Master en marketing en Inglaterra y Diplomada en Canadá, se certificó como Coach Profesional en la International Coaching Federation -la más reconocida del mundo- con el objetivo de ayudar a otros. Por ello, Sandra Milena Ramírez “Sami” concibió su libro ¡Auxilio! Tengo un jefe -Encuentra claridad, que es tuyo, que no, y si es hora de irte o quedarte.
Lo bueno de este panorama es que los gritos de Petro en su cuenta de X -o en sus desatinados discursos- ya no los escucha nadie. Su voz empieza a desaparecer
Si la fuerza laboral se reduce, la tasa cae aunque el país no esté generando trabajos nuevos o decentes. Eso es lo que vivimos. La Tasa Global de Participación descendió hasta 63.9% en octubre
“Aquellas empresas que se relajen al mundo menguante de los bienes y servicios quedarán irrelevantes. Para evitar este destino, debes aprender a montar una experiencia rica y cautivadora”. B. Joseph Pine II