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Si el agua es la mayor parte de lo que somos, cada palabra y cada emoción que emitimos está escribiendo dentro de nosotros.
Durante la congelación, una gota de agua forma cristales cuya estructura depende de la vibración que ha recibido. Gratitud, respeto y armonía generan figuras completas y bellas.
El desprecio, la violencia o el ruido las rompen en fragmentos irregulares. Igual que el agua reacciona a la vibración del ambiente, nosotros respondemos a la vibración de lo que nos rodea.
Cuidar lo que recibimos es una cuestión de salud emocional. Igual que evitamos beber agua sucia, necesitamos alejarnos de conversaciones que desgastan, rutinas que vacían o relaciones que deforman nuestra esencia. Lo que dejamos entrar, permanece.
Hay que aprender a filtrar. El agua estancada se contamina. La que fluye se mantiene limpia. Cuando no nos quedamos atrapados en palabras o experiencias tóxicas, también nosotros nos limpiamos por dentro. Es fácil de visualizar. Si somos agua en cada una de nuestras células, todo lo que vibra nos modifica.
Lo que aceptamos como verdad, lo que dejamos que pese, lo que repetimos una y otra vez, está modificando nuestra estructura. Cada emoción es una gota más en ese caudal. Algunas nos dan forma, otras nos quiebran.
Tu cuerpo no distingue la vibración de lo que proviene del exterior o de nosotros mismos y reacciona igual a una palabra que recibimos que a un pensamiento que sostenemos. Esa reacción no ocurre al azar. Es la respuesta a la vibración de cada estímulo. El agua traduce esa vibración en orden o en caos, en simetría o en ruptura. Y ese patrón está formándose dentro de nosotros cada vez que sentimos, hablamos o escuchamos.
Si el cuerpo está compuesto 60 % por agua, la forma que tenemos hoy es el resultado de todo lo que hemos permitido entrar. Cada día ha sido una oportunidad para decidir qué dejamos fluir en nosotros, qué dejamos estancar y qué dejamos ir. Son los mensajes ocultos del agua.
Así lo escribió Masaru Emoto y en su libro demuestra que lo que pensamos y sentimos no se queda en el aire sino en el agua, tomando una forma consecuente. Si reacciona a una palabra de gratitud o una de desprecio, también lo hacemos nosotros.
Si la tratamos bien, nos estamos tratando bien. El agua siempre escucha. Lo que dejas vibrar en ella es lo que terminará vibrando en ti.
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