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Analistas 14/01/2022

¿Cooperando con Rusia?

Julián Arévalo
Decano, Facultad de Economía, Universidad Externado de Colombia
Analista LR

Empezó mal el nuevo año en Europa, como resultado de la creciente tensión en el este de Ucrania, la avanzada rusa con más de 100.000 soldados en la frontera, iniciada el año pasado, y el reciente intercambio de posiciones incompatibles entre las partes en un intento por encontrar una salida diplomática a la crisis. Sin embargo, conseguir esto exige cambiar el curso de acción que ha caracterizado a occidente por lo menos en los últimos 14 años, dándole asidero a la narrativa de cooperación que se viene invocando.

El impasse en las conversaciones de esta semana mostró dos posiciones muy distantes. Por el lado de Rusia, la exigencia a la Otan para que retire sus fuerzas de países aliados y el rechazo a que ingresen nuevos miembros a la alianza. Por el lado de la Otan, la reafirmación de su política de puertas abiertas hacia la Organización y del derecho de cada país de elegir su modelo de seguridad, al igual que su preocupación por el fortalecimiento militar ruso en Ucrania y alrededores, y el llamado a respetar la soberanía e integridad de sus vecinos.

Un escenario con posiciones aparentemente irreconciliables y que generan cada vez más zozobra, poniendo en riesgo no solo la seguridad en la región, sino también dificultando avances en temas como el control de armas, la cooperación económica y el intercambio de información, entre otros.

Precisamente, el lenguaje de la cooperación ha permeado varias de las declaraciones recientes de los voceros de la Otan. Sin embargo, para que esta ocurra, se necesitan requisitos clave como el de la reciprocidad: la capacidad de premiar los buenos comportamientos de la contraparte y de castigar aquellos que resultan indeseables. Y es en esta última parte donde Moscú ha recibido señales de occidente que le muestran que pareciera no haber un costo demasiado alto en romper la cooperación y que, más bien, de vez en cuando resulta beneficioso hacer movidas agresivas.

La respuesta de occidente ante las agresiones de Rusia en los últimos años (Georgia, Crimea, por ejemplo), y las líneas rojas que han cruzado regímenes como el de Assad en Siria, siembra dudas sobre su verdadera capacidad retaliativa. Adicionalmente, con ello toma fuerza la idea de que, más que a través de la cooperación, Rusia puede sacar provecho de las debilidades de la aproximación de occidente frente a sus ataques, donde en diversos casos las sanciones económicas han sido la carta preferida, no en pocos de ellos con un alcance limitado.

Tampoco es menos grave la falta de coordinación de las múltiples voces en la Unión Europea, que con razón aspira a tener un papel protagónico en la relación entre occidente y Putin - fuera de la sombra de Washington - para afrontar numerosos desafíos tanto a nivel de seguridad, como a nivel político y económico.

Contextos como el de estas semanas parecen darle la razón al alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Joseph Borrell, quien hace algunos meses afirmaba: “Nos gusta el mundo de Kant, pero vivimos en un mundo de Hobbes”, con lo que invitaba a alinear los esfuerzos europeos en materia de seguridad.

Alcanzar la cooperación entre actores con intereses tan diversos exige crear las condiciones que generen los incentivos adecuados. Hasta ahora occidente ha fallado en este propósito.

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