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Analistas 12/08/2022

Comenzó la era de Gustavo Petro

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

Empezó el Gobierno de Gustavo Petro con una transmisión del mando presidencial como pocas, que deja varias enseñanzas políticas y esperanza por el respeto y la fortaleza de las instituciones. Después de la marea política electoral y los acontecimientos históricos, queda claro que lo sucedido inexorablemente iba a ocurrir. Un amigo decía que la política se hacía con narrativa y que perderla era dejar de ser opción de poder. Gustavo Petro, desde el 7 de agosto de 2018, se apoderó de la narrativa. Encarnó en cuerpo propio a los más necesitados y la vocería de los reclamos ciudadanos. Respaldó los reclamos que se hacían en las calles de forma vehemente, aun cuando las movilizaciones terminaron en actividades delictivas, caos social y sentimientos de impotencia del grueso de la ciudadanía.

Se apoderó de las plazas, de las calles y de los corazones de aquellos que anhelaban un cambio. Claramente, el Gobierno anterior fue exitoso en el manejo de la pandemia y de la recuperación de la economía. De hecho, para el manejo de la crisis del covid-19 no existía un manual y el Gobierno lo hizo rápidamente y mucho más que bien. No obstante, perdió la narrativa, se tomaron algunas decisiones inconvenientes e inoportunas, tales como la aprobación de la reforma de la ley de garantías, el incremento del gasto burocrático y la politización de algunas entidades, le faltó tomar acciones rápidas y contundentes contra los disturbios y la corrupción y se divorció del partido que lo eligió, por lo cual el Gobierno resultó percibido como distante, es decir, carente de la empatía y la cercanía necesaria para ganarse el favor popular, por lo que algunas de sus decisiones no eran, o por lo menos no se percibían, como certeras y oportunas.

Finalmente, no se logró el objetivo del Centro Democrático, que no era más que contar con el favor popular por varios periodos presidenciales para profundizar la implementación de las políticas sociales y la creación de más empresa y empleo, como pilares fundamentales de la equidad y el bienestar ciudadano, sin necesidad de caer en los extremos que podría traer un gobierno de izquierda. Un ejemplo sencillo de la buena narrativa y el mal sentido de la oportunidad fue el episodio de la espada de Bolívar, pues esta llegó a la posesión en un acto de mayor narrativa y simbolismo. Lo que queda del 7 de agosto es un mensaje muy fuerte y esperanzador, desde el punto de vista de la percepción y la realidad de la estabilidad institucional, donde el nuevo mandatario se posesiona ante todas las fuerzas vivas de la nación y los invitados internacionales, el anterior mandatario entrega la casa de gobierno y las fuerzas armadas rinden tributo y voto de obediencia al nuevo mandatario.

El evento fue muy significativo y lleno de esperanza por la simbología y el discurso idealista y de buenas intensiones del Presidente, aun cuando pudo haber sido austero. Ahora al Presidente y sus ministros afrontarán el gran oficio de gobernar para todos y de manera acertada y realista, para lo cual deberán dejar a un lado los extremos de la campaña y las posiciones irreconciliables.

EL EVENTO FUE MUY SIGNIFICATIVO Y LLENO DE ESPERANZA POR LA SIMBOLOGÍA

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