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ANALISTAS 15/02/2025

El mito de la libertad

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

La idea de que los seres humanos somos dueños absolutos de nuestras decisiones ha sido debatida desde la filosofía antigua. Desde el dilema entre el destino y el libre albedrío planteado por los griegos hasta las reflexiones contemporáneas sobre el impacto de la neurociencia en nuestras elecciones, el interrogante sigue vigente. La serie Westworld en uno de sus capítulos ofrece una representación inquietante: un personaje es recreado y sometido a una simulación de sus decisiones miles de veces, solo para descubrir que, sin importar las circunstancias, repite los mismos errores.

El historiador Yuval Noah Harari señala que muchas de nuestras decisiones son el resultado de patrones cerebrales predeterminados; Elegimos parejas similares, desarrollamos ciertos vicios y encontramos facilidad en determinadas habilidades, no por una auténtica voluntad libre, sino porque nuestro cerebro sigue algoritmos que han sido moldeados por nuestra genética, experiencias tempranas y estímulos externos. Esto se alinea con estudios de neurociencia que muestran cómo nuestras decisiones pueden predecirse con precisión incluso segundos antes de que seamos conscientes de ellas. En un estudio publicado en Nature Neuroscience, se encontró que los patrones de actividad cerebral pueden predecir una decisión hasta 10 segundos antes de que la persona informe haberla tomado.

Creemos que elegimos libremente lo que compramos, lo que leemos o lo que vemos en plataformas digitales, pero la realidad es que nuestro comportamiento está altamente condicionado. Un estudio de la Universidad de Stanford reveló que 80% de las recomendaciones que los usuarios aceptan en plataformas como YouTube o Netflix provienen de algoritmos y no de una decisión consciente. Es decir, creemos que elegimos lo que consumimos, pero en realidad nos están eligiendo por nosotros.

El poder de los algoritmos no solo influye en nuestras preferencias, sino que también puede reforzar sesgos y hábitos. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Harvard encontró que las personas que leen noticias en redes sociales tienen un 30% más de probabilidades de ser expuestas solo a información que refuerza sus creencias preexistentes.

Si nuestras decisiones están tan condicionadas, ¿somos realmente libres? Si bien es cierto que muchos de nuestros impulsos provienen de automatismos cerebrales, eso no significa que no tengamos margen de maniobra. La clave radica en la conciencia. Como señala el filósofo Daniel Dennett, el libre albedrío no consiste en hacer elecciones sin influencias, sino en desarrollar la capacidad de reconocer esos condicionamientos y tomar control sobre ellos.

Por ejemplo, aunque una persona con predisposición genética al alcoholismo puede sentir mayor inclinación a consumir bebidas alcohólicas, la conciencia de esa predisposición le permite tomar medidas para evitarla. Un estudio del Journal of Personality and Social Psychology encontró que cuando las personas se vuelven conscientes de los factores que influyen en sus decisiones, su capacidad de cambiar de comportamiento aumenta en un 40%.

Es innegable que nuestros genes, nuestras experiencias y la sociedad influyen en nuestras decisiones. Sin embargo, esa influencia no equivale a una condena. El libre albedrío no consiste en la ausencia de influencias, sino en la capacidad de reconocerlas y decidir si queremos seguirlas o desafiarlas; Quizás no podamos evitar todos nuestros impulsos inconscientes, pero al hacerlos conscientes, adquirimos el poder de reescribir nuestro propio destino.

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