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Analistas 26/11/2019

¿Quiénes son los parásitos?

Juan Isaza
Estratega de comunicación

The Economist hacía recientemente un intento por identificar los factores que explican la ola de protestas en todo el mundo. Destacaba, por ejemplo, lo generacional (un planeta con una edad promedio de 30 años). Hacía una alusión a mayo del 68 citando a Niall Ferguson, un historiador que afirma que en ese entonces y ahora hay un elemento en común: “exceso de gente joven educada” que no logra los trabajos y los ingresos a los que aspira. También dice que las marchas resultan una idea atractiva y excitante porque salir a marchar es para muchos una aventura que rompe la rutina. Lo cierto es que estamos ante un nuevo ciudadano que quiere cambios significativos a partir de un profundo desencanto de todo y de todos, incluso de la democracia como sistema. The Economist no considera que sean las medidas económicas la principal razón que explica la ola de protestas que invade el planeta. Dice que han sido sólo el detonante (incremento del pasaje de metro en Chile o impuesto a WhatsApp en El Líbano, por ejemplo) pero que luego ha mutado hacia una ola de reclamos en todas las direcciones.

Lo que sí menciona es la inequidad como una de las explicaciones de los fenómenos políticos y sociales que vivimos, algo que coincide con lo que han dicho muchos analistas y varios mandatarios hace tiempo. Hay algo cierto: Las distancias sociales han crecido a niveles nunca vistos. Sea con el famoso Índice Gini o el alternativo Ratio Palma, la evidencia es la misma: La parte del ingreso que va a 1% de los hogares más ricos se ha triplicado en las cuatro últimas décadas.

Para muchos, la globalización ha sido el acelerador que ha llevado a niveles que hoy parecen alcanzar un punto insostenible, y que se expresan con fenómenos como la polarización o las protestas que, como lo han mostrado reporteros en diversos puntos del planeta, coinciden en decir que están marchando para que cambie el sistema, porque nada funciona. La inequidad bien puede ser ese combustible de fondo que nutre el desencanto.

No es gratuito que la película ganadora de la Palma de Oro en Cannes y fenómeno de taquilla en Estados Unidos sea la surcoreana Parásito. Una historia que atrapa al espectador con las aventuras de una familia de clase baja que se la rebusca viviendo de otra familia proveniente del barrio más exclusivo de la ciudad. Pero si lo analizamos con cuidado, el verdadero tema de Parásito es la inequidad. Es decir, las realidades enfrentadas de quien lo tiene todo y de quien tiene mucho menos pero que con su ingenio siente que cierra, aunque sea momentáneamente, esa brecha. Parásito se ha convertido en un fenómeno porque interpreta ese sentir global del mundo. Conecta con ese 99% que quiere ilusionarse con la idea de que vivir como ese 1% es posible en corto tiempo sin tener que pasar las barreras tradicionales.

Desde luego que es un tema complejo y con muchos matices políticos, sociales y culturales según cada geografía. Pero existe una historia global indudable. Para algunos, el parásito es ese 1% que hace dinero del otro 99%, aunque en la película, y en la visión de muchos, el sentido sea el contrario. La palabra “inequidad” podría ser la palabra del 2019 y seguramente también del año que viene. Es el argumento que mantiene el drama detrás de la película más aclamada del momento y también de la película que estamos viviendo en las calles del mundo entero.

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