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Analistas 20/12/2023

¡Viva la libertad carajo!

Este es el grito de batalla de Javier Milei, recién investido presidente de Argentina. No es una simple frase de cajón. Es una expresión que encapsula una filosofía de vida y una manera de concebir la política. Esta libertad de la que nos habla Milei viene siendo atacada por la izquierda populista latinoamericana hace décadas. Esta corriente política despotrica contra las ideas liberales desconociendo que estas ideas, con origen en la Ilustración del siglo XVIII, fueron las que pusieron a las naciones de occidente en la senda del progreso.

La propuesta que nos hace la izquierda populista es que hipotequemos al estado las decisiones más importantes de nuestras vidas. Cómo y dónde vivimos, trabajamos, nos curamos y nos educamos. Nos venden la idea de que no somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y que los políticos saben más que nosotros sobre qué es lo que nos conviene. Es como si nos preguntaran antes de nacer si preferimos llevar una existencia mediocre mantenidos por el estado o, si por el contrario, asumimos el riesgo de cambiar nuestro destino escogiendo por donde queremos llevar nuestras vidas. Las ideas liberales no prescriben la ausencia de intervención del estado, solo que esa intervención no implica que el estado sea el único dispensador de bienestar. Como solía repetir un expresidente: “el mercado hasta donde sea posible y el estado hasta donde sea necesario”. Se requiere un estado que intervenga poco y de manera focalizada, principalmente en seguridad, salud y educación. No un estado que use las fuerzas de seguridad para adelantar su agenda política y que busque imponernos la salud y la educación que el gobernante de turno quiere. Es la diferencia, como dice el viejo adagio chino, entre darnos el pescado o enseñarnos a pescar.

El otro gran pecado de la izquierda antiliberal es la adicción desenfrenada al gasto. Para implementar su proyecto interventor tienen que montar un aparato burocrático insaciable al que poco le importa de donde va a salir el dinero para mantener sus macro estados. Mientras hay recursos no se nota que se va camino al despeñadero, pero eventualmente los recursos se agotan y se cae al abismo. O si no pregúntenle a un argentino. Argentina está en bancarrota porque los gobiernos de izquierda en su afán de subsidiar y de aumentar la burocracia, quebraron al estado y acabaron con la capacidad del sector privado de producir lo necesario para sostener la economía. Para los izquierdistas estatizadores el sector privado es una fuente de recursos al que hay que exprimir hasta la asfixia. Y no olvidemos que en el proceso de agrandar al estado, algunos políticos suelen apropiarse de una tajada de los recursos públicos. Porque entre más plata tenga un político entre manos, mayor será la tentación de robar. Es como darle una pistola a un asesino o droga a un adicto.

Abramos los ojos colombianos. El gobierno del cambio quiere llevarnos por este camino. Agrandar el estado, aumentar el gasto público, crear burocracia y subsidiar. Todo ello sin decirnos de donde saldrá la plata. Peor aún, diciéndonos que partirá cobijas con nuestra mayor fuente de ingresos que son los hidrocarburos. Tamaño despropósito que pagarán nuestros compatriotas más pobres a los que se les dice que mucho se les dará, cuando la realidad sugiere que mucho perderán.

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