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Analistas 07/05/2022

Carta a Gustavo Petro

Juan Alberto Londoño Martínez
Ex viceministro de Hacienda

Doctor Petro, el país y todos los colombianos reconocemos su capacidad, inteligencia y tenacidad. Es admirable que haya hecho el tránsito de la subversión a la política. Es de aplaudir la decisión de haber cambiado las armas que enfundó como miembro de un grupo guerrillero, por la discusión de las ideas en el seno de la democracia y que el M19 firmara un acuerdo de paz y se reincorporara a la sociedad para defender sus ideas desde la legalidad y la institucionalidad.

Usted fue parte de un proceso de construcción de una nueva Colombia, el proceso de paz, la comunidad estudiantil y la sociedad civil fueron grandes precursores de la Constitución Política de 1991. Todos los agentes políticos le reconocen haber sido uno de los mejores congresistas que ha tenido el país en los últimos años.

Usted ha sido realmente acogido por la sociedad, al punto que ha ocupado el segundo cargo más importante del país, fue alcalde de Bogotá. Usted es el vivo ejemplo de que vale la pena dar segundas oportunidades.

Nuestro país lo perdonó, lo acogió y se convirtió en un artífice de la vida política nacional. Hoy usted es quien mayor opción tiene de ganar las elecciones, las encuestas lo muestran como el futuro presidente. El Estado social de derecho y la democracia han estado de su lado.

Bajo ese contexto, resulta realmente lamentable que usted hoy pretenda desconocer el Estado y sus instituciones, negar las garantías jurídicas y políticas que el país le ofrece. Es un exabrupto que se atreva a decir que en Colombia no hay democracia y ponga en duda el actuar de las instituciones, cuando es el Estado y los Gobiernos, que usted tilda de corruptos y asesinos, quienes le abrieron las puertas, le garantizaron su seguridad, su libre expresión y le han permitido y protegido el ejercicio de sus derechos políticos.

La política no se puede ejercer afincada en el odio y la división que usted hoy exacerba, no se puede desarrollar con sofismas y promesas irrealizables, nuestra sociedad no evoluciona generando rabia colectiva, no es legítimo manifestar que el Estado es delincuente, que vivimos sembrados en muertos, que las industrias lícitas son criminales, qué no se ha logrado un cambio social y no ha mejorado la condición de vida de los ciudadanos. No se pueden desconocer los avances sociales en aspectos, como salud, educación, servicios públicos, infraestructura, seguridad, entre otros.

El país necesita construir y avanzar sobre lo que hemos venido edificando, se requiere unidad y no confrontación para lograr un propósito común, no se debe hacer política generando odio y desconociendo a las instituciones, no se vale llegar a patear el tablero, acabar con nuestras fuentes de recursos, y proponer un gasto que no puede financiar.

Por favor doctor Petro, sea serio, imponer impuestos expropiatorios, ahuyentará de inmediato la inversión, tomar recursos de los fondos privados de pensiones para financiar gasto actual es aumentar el déficit y poner en riesgo el futuro de los trabajadores, eliminar el sistema de aseguramiento en salud y estatizarlo, es condenar a los ciudadanos a no tener acceso a un médico, politizar la banca central es condenar a los más vulnerables a pagar cada vez más por los productos que necesita y encarecer el crédito cada día más, no explotar hidrocarburos es condenar a los colombianos a pagar combustibles y energía más costosos, así como los impuestos para sustituir los ingresos que este sector genera.

Usted es consciente de los peligros que representa atentar contra la institucionalidad, desconocer su eficacia y negar el valor de nuestra democracia, atreverse a siquiera mencionar que se desconocerán los resultados de las elecciones si usted no es ganador, es rociar con gasolina un país convulsionado y condenar a la Nación a una violencia desenfrenada. La política no debe ser así. Usted privilegiado por la sociedad, por favor desármese, proponga medidas realizables, no más sofismas. Colombia también se merece una oportunidad de dejar atrás lo que nos divide. No todo vale.

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