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Gobernar es un arte, es tomar decisiones impopulares en búsqueda de un bien superior, el bien común. Lo anterior no implica bienestar para todos porqué en una sociedad existen intereses contrapuestos. En consecuencia, el objetivo consiste en desplegar todos los esfuerzos necesarios para nivelar la cancha y permitir que se reduzcan las desigualdades, que el trato de los ciudadanos ante la ley sea el mismo. Las medidas que mayor impacto generan en la sociedad, por regla general son las más impopulares.
Tener una corriente filosófico política, liberal o progresista, implica respetar y tolerar las diferencias así no se compartan, pero por encima de todo respetar al individuo, debe ser un imperativo no pretender el unanimismo y, por el contrario, buscar consensos a partir de las diferencias, dotar de absolutas garantías a quien piensa distinto y dar garantías para que exista una oposición democrática.
Ser progresista conlleva, el respeto por el Estado Social de Derecho, la protección de la propiedad privada con función social, permitir la libre empresa y el libre mercado. Supone corregir las distorsiones del mercado pero no entrar a ser un miembro activo y determinante del mismo, la distribución de la riqueza de una forma más equitativa, pero no a través del asistencialismo del Estado sino de la generación de oportunidades, así como que la tributación se convierta en un elemento de solidaridad y de equidad.
Catalogar un gobierno de progresista, significa que todos aporten en la medida de sus posibilidades y que la posterior distribución mediante la inversión social disminuya las brechas entre los ciudadanos, pero nunca implicará la persecución de quienes más tienen como tampoco su estigmatización. Así mismo, reconoce la globalización y la libre competencia en los mercados, exige el mayor respeto por las instituciones y la defensa de la seguridad jurídica, que se traduce en reglas previas, claras y generales, renunciar a posturas mesiánicas y el respeto por las reglas democráticas.
Dentro de su talante debe promover y trabajar por la conservación del ambiente sin afectar las condiciones de vida actuales y la supervivencia de los ciudadanos en el mediano plazo, defender el respeto y las libertades sexuales dentro de la tolerancia frente a los que piensan distinto, impulsar las reformas partiendo de los logros sociales obtenidos a través de los años, defender las salidas negociadas y buscar una sociedad más armónica fundamentado en el respeto al orden y las instituciones que lo representan. Debe ser pragmático, lo que implica dejar de lado los sesgos ideológicos y defender las medidas que han demostrado su eficacia, reconociendo la importancia del crecimiento económico y la estabilidad de las finanzas públicas para garantizar el desarrollo de los individuos.
Por el bien del país, el presidente Gustavo Petro al afirmarse progresista deberá demostrar su talante es democrático, respetar a la oposición, generar consensos, defender las instituciones y en especial los procedimientos establecidos para la toma de decisiones. Tendrá que proteger las manifestaciones culturales como las corridas de toros, garantizar los derechos sexuales y reproductivos, propender por el desarrollo de las libertades individuales y la autodeterminación y, en consecuencia, permitir el libre consumo de productos sin imponerles cargas o impuestos adicionales.
Si el presidente es progresista, debe generar oportunidades de desarrollo y crecimiento evitando las medidas proteccionistas que eliminan la competencia, encarecen los productos y distorsionan los mercados; respetar la libre competencia y la libre empresa bajando los impuestos corporativos generando mayor empleo formal a menor costo.