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Analistas 17/02/2017

Impuestos y productividad

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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Cuando se estaba discutiendo la reforma tributaria se dijo que había que reducir los impuestos a las empresas con el fin de estimular la productividad. Del último informe del Banco de Pagos Internacionales (BPI) se desprende una conclusión muy distinta: los problemas de la productividad tienen que ver con la asimetría que se ha presentado entre las dinámicas del mundo financiero y las necesidades de la economía real.

El BPI muestra la evolución que ha tenido la productividad laboral entre 1970 y 2015. En las economías avanzadas el índice bajó de 200 a 25. Esta caída notable se debió, en palabras del BPI, “al legado del desproporcionado auge financiero precedente”, ya que “los auges financieros pueden minar el crecimiento de la productividad”.

Este diagnóstico no tiene nada que ver con el que se ha hecho en Colombia. De manera equivocada aquí se le ha atribuido a los impuestos una incidencia negativa en la productividad. En el momento de mayor productividad (1970), la tarifa marginal del impuesto a la renta estaba por encima de 60%. En Inglaterra era de 82%, en Estados Unidos de 70%, en Suecia de 88%, en Francia de 62%. A medida que ha ido cayendo la tarifa, la productividad laboral se ha ido reduciendo. De acuerdo con esta dinámica, no es cierto que los impuestos marginales altos perjudiquen la productividad de las empresas. Todo lo contrario, si la tributación es alta, la productividad mejora. Y la explicación no es difícil. Los impuestos altos favorecen la estabilidad fiscal y permiten que haya bienes y servicios públicos de calidad. La infraestructura, las vías, la ciencia y la tecnología, la educación de alto nivel, la salud, etc., favorecen la productividad de las empresas.

La disminución de los impuestos se ha ido reflejando en un mayor saldo de la deuda pública sobre el PIB. En 2015, en las economías avanzadas, esta relación llegó a 260%, un nivel sin precedentes. La financiación de estos déficit colosales ha contribuido a la generación de burbujas y a la agudización de la brecha entre las dinámicas financieras y las necesidades del mundo real. La relación entre el saldo de la deuda y el PIB ha aumentado de manera sistemática desde 2007. Y de acuerdo con las proyecciones del BPI, el endeudamiento seguirá creciendo. La relación del saldo de la deuda pública de Japón con respecto al PIB será de 290% en 2030 y de 380% en 2050. La de Estados Unidos será de 220% en 2050, y la de Alemania de 140%. Estos porcentajes eran inimaginables hace 10 años. Para el BPI, esta situación, que es insostenible, ha puesto en tela de juicio los indicadores financieros tradicionales.

La creciente volatilidad financiera, que se agudizó a partir de los 80’s, se ha expresado en una trampa de liquidez, que ha reducido de manera peligrosa el margen de maniobra de la política monetaria. En los últimos años, en los países avanzados, la tasa de interés real de los títulos de deuda pública ha sido negativa. La situación actual es excepcional y no se había presentado en ningún momento después de la guerra. Cuando la tasa de interés real es negativa la autoridad monetaria no puede controlar la liquidez y, además, pierde instrumentos para estimular la inversión.

Las burbujas financieras generan volatilidad, y ello ha afectado de manera negativa la productividad de las empresas. El BPI considera que la estabilidad de los mercados financieros es una condición necesaria para que la productividad mejore.

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